Dicen que en las situaciones difíciles sale lo mejor y lo peor de cada uno.
Este fin de semana en Val d’Aran así fue. En una situación extrema, vimos como una organización sacaba lo mejor de sí misma y resolvía contra viento y marea (nunca mejor dicho) y sin que le temblara el pulso, una situación que podía haber acabado muy mal.
CUM LAUDE
El irreductible pueblo galo de las aventuras de Astérix sólo teme a una cosa: que el cielo caiga sobre sus cabezas. Este es (o debería ser) tal vez, el mayor temor de una organización…
A pesar de ser un evento grande, con muchas carreras, que acoge a miles de corredores y en el que, al fin y al cabo, brilló el sol (¡Y como!) a lo largo del fin de semana, la tercera edición de Val d’Aran by UTMB será recordada como “la de la tormenta”.
Con algunos ajustes en los recorridos, la mayor parte por temas de seguridad, como el paso por el Coth de Varradós que facilita mucho una posible evacuación, y una carrera nueva para el domingo, la EXP de 30 kms, Val d’Aran by UTMB arrancó un jueves soleado y caluroso con la celebración, sin incidencias, de la PDA.
Del mismo modo transcurrió la jornada para aquellos que, el viernes por la mañana, se habían lanzado a recorrer los 100K de la CDH: mucho sol, aire fresco en las zonas altas y mucho, mucho calor en el fondo del valle, de donde arrancó, bajo un sol de justicia, la prueba reina, las cien millas de la VDA.
Con previsiones de algún chubasco por la tarde y alguna tormenta localizada, nada hacía presagiar que, en pocas horas, se desatarían los infiernos. Ya poco después de salir, una corta e intensa tormenta sorprendió a todos durante los primeros kilómetros de la carrera. Después, otra vez el sol y algunas nubes que, tras una apariencia inocente se convirtieron en una tormenta que dejó en anécdota la primera.
Con corredores repartidos por la zona de Colomers (CDH) y el ascenso al Tuc dera Escaleta tras el control de l’Artiga de Lin (VDA), sobre las 20:30 empezaron las primeras gotas de lluvia, que fueron el preludio de lo que pocos minutos después se convertiría en una situación realmente complicada: agua, granizo, frío viento y un aparato eléctrico remarcable puso en jaque a una carrera que, como debe ser en estas situaciones, optó por rendirse y tocar retirada.
En una zona de comunicación complicada – la cobertura en la Artiga de Lin es nula – se comunicó por radio a los voluntarios en un primer momento que la carrera quedaba neutralizada y que los corredores debían volver a bajar al avituallamiento en la Artiga de Lin para volver a remprender la marcha cuando fuera posible, instrucciones de las que no pocos corredores hicieron caso omiso siguiendo su marcha hacia arriba, cuando era más que evidente que se dirigían a un infierno mucho peor del que ya estaban. Así como no se hizo demasiado caso a los voluntarios que había a mitad del ascenso (que por cierto estaban ahí aguantando el tipo sin haber podido ni montar la tienda a causa de la primera tormenta) la cosa cambió con los que estaban situados en el collado (un mal sitio para estar) que si consiguieron finalmente que todo el mundo diera media vuelta cuando ya era prácticamente seguro (y lógico) que la carrera sería suspendida.
A pesar de todo, un reducido grupo en cabeza consiguió cruzar el collado, pero todos ellos se arrepintieron largamente dada la situación vivida: moretones en las piernas a causa del granizo, deslumbrados por los rayos que caían alrededor… miedo, más que justificado, en definitiva. Algunos escaparon huyendo hacia abajo y fueron recuperados por la organización en Bagneres de Luchon (Francia) y otros consiguieron de alguna forma llegar al siguiente control.
La organización se puso en marcha para evacuar a todos los corredores (1.758 concretamente) repartidos por el monte entre CDH y VDA, unos cuatrocientos de ellos en la Artiga de Lin, donde sólo pueden acceder minibuses que evacuaban a los participantes en grupos de quince hasta Es Bordes, ya junto a la carretera general, donde autobuses más grandes los llevaban hasta Vielha. Allí se habilitó un espacio para que aquellos que no tenían habitación de hotel pasaran la noche.
A todos los evacuados se les leyó el dorsal para saber a quien se tenía y a quién no (para eso sirve un buen sistema de gestión y cronometraje; no sólo para leer tiempos) y a aquellos que se escaparon de una forma u otra del control electrónico, se les llamó por teléfono, uno a uno, a ellos o a las personas de contacto hasta que todos y cada uno estuvieron localizados. Sólo dos personas fueron evacuadas al hospital con síntomas de hipotermia.
En un tiempo más que razonable, todos los corredores estuvieron a salvo o localizados, en un verdadero alarde de gestión – Cum laude – de una carrera en la que desde el primer al último implicado de la organización “dieron el callo” de forma impecable: voluntarios (un aplauso), profesionales, personal de seguridad en montaña, gestión de carrera y cronometraje, dirección de carrera…
Sólo falló una cosa. Y es duro decirlo. Pero fue el comportamiento de algunos corredores que, sin tener la más mínima conciencia de a donde se dirigían hicieron caso omiso del aviso de neutralización de la carrera, a pesar de que era una de esas situaciones en las que – con un poco de sentido común de por medio, no mucho – no hace falta que nadie te diga qué hay que hacer. Corredores (algunos) que hicieron necesaria la presencia de una patrulla de los Mossos d’Esquadra para poner orden a la hora de subirse a los minibuses que evacuaban desde l’Artiga de Lin. Corredores (algunos) cuya mayor preocupación con la que estaba cayendo era su medalla o las dichosas “Running Stones”. Corredores (algunos) que no respondieron rápidamente al teléfono (ni ellos ni sus contactos de emergencia) cuando se les llamó desde la organización. Corredores (algunos) que, en definitiva, sólo pusieron palos a las ruedas cuando en ese momento lo que hacía falta era que todos tiraran del mismo carro (y en la misma dirección).
Se dieron ciertas situaciones que, a pesar de que no somos de escribir en primera persona, el que firma nunca había visto en casi dos décadas y cerca de dos centenares y medio de carreras cubiertas. Algo sobre lo que hay que pensar y que haremos en breves en el artículo de “Reflexión” pertinente.
¿Y el resto del fin de semana? Como dice la “asamblea de majaras” en la canción “sol y buen tiempo”, disfrutando del trail en un entorno privilegiado en un evento que, en pocas ediciones, se ha convertido en una de las grandes del calendario. La “UTMB” más “UTMB” de las series, con permiso de Chamonix.
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