En nuestro pequeño mundillo, las carreras cumplen varias funciones: deportiva, social, económica… Pero hay una muy importante, vinculada a la suma de las tres, que es el descubrimiento de un territorio, al que siempre podemos volver con carrera o sin, para disfrutarlo con los nuestros más allá de la competición, pero siempre con el deporte como eje central. Se llama turismo activo y puede ser, además, sostenible.
MIRANDO AL MAR
Hablar de costa, cuando nuestro deporte está vinculado a la montaña, puede parecer paradójico.
Pero Costa Quebrada, en el litoral cántabro, ofrece un territorio que, más allá de grandes montañas e interminables desniveles, es una auténtica delicia para soltar las piernas al ritmo que queramos, al tiempo que disfrutamos de un territorio que tiene mucho que ofrecer.
A pocos kilómetros al oeste de Santander, Costa Quebrada, en trámites para convertirse en Geoparque de la UNESCO, está enmarcada en los términos municipales de Piélagos y Santa Cruz de Bezana, de los que dependen varios núcleos como Liencres o Boo de Piélagos en la zona de costa o Mortera en la zona interior, protegida por las cimas de La Picota y El Tolío.
Curiosamente su nombre, Costa Quebrada, es relativamente reciente, y tiene su origen a mediados del siglo pasado de la mano de Jesús Mojas Mauri, estudioso de la zona y actual presidente del Grupo por la Recuperación de Costa Quebrada.
Dejando, de momento, un poco de lado el territorio interior, en Costa Quebrada podremos disfrutar de un sendero junto al mar difícil de encontrar en otros lares. Cómodo para correr, aéreo en algunos tramos, con secciones de sendero estrecho, de pista, de arena… un poco de todo, sin olvidar la omnipresencia del escajo, una especie vegetal dura y agreste – como la costa que lo acoge- y que protege el territorio impidiendo, allí donde está presente, las salidas de sendero: sus pinchos y su densidad se encargan. De hecho, los estamentos de protección del territorio trabajan en la desaparición de algunos senderos secundarios simplemente dejando que el escajo crezca y los cubra, sepultándolos en bajo un manto vegetal casi infranqueable.
Más allá de acantilados, la costa se suaviza a medida que nos acercamos a la desembocadura del río Pas, donde la playa es más playa y podremos disfrutar del trote por el Parque Natural de las Dunas de Liencres, una vez dejemos atrás la playa de Canallave tras la cual, además, encontraremos los pinares de Liencres, lugar de entreno frecuente para los corredores de la zona, sobretodo cuando la meteorología pone difícil –o incómoda- la actividad en las zonas más despejadas, el pinar actúa como escudo protector.
Por detrás, y separando la zona costera de la interior, está la discreta, pero interesante, cuerda formada por La Picota, El Tolío y El Castillo, que aportará a nuestro entreno el desnivel que necesitemos – obviamente por acumulación – con senderos cómodos, muy resbaladizos cuando el barro hace acto de presencia, pero con unas vistas realmente remarcables sobre el estuario del río Pas, la Costa Quebrada y, a lo lejos, hacia el oeste, las primeras estribaciones de Picos de Europa.
Algunos de estos senderos son los que recorre el Trail Costa Quebrada, cuyo recorrido nos puede servir de punto de partida para empezar a recorrer una lugae en el que, además, nos será fácil contactar con alguien que nos ayude, si es necesario, a descubrir el terreno y con quien compartir ritmos, subidas y descensos, dada la intensa actividad deportiva desarrollada en la zona.
Una vez en las secciones más altas, a unas vistas realmente destacables añadiremos los restos de una línea defensiva de la guerra civil española, en forma de trincheras que unen un total de 25 antiguos nidos de ametralladoras en los que, en algunos casos, sobreviven inscripciones del año 1937. Todo esto junto al sendero que seguiremos desde la cima de La Picota, donde encontraremos uno de esos nidos, hasta el El Castillo. Trail con regusto histórico.
El desnivel, en este caso, lo acumularemos en las múltiples posibilidades que, tanto La Picota, como El Tolío como El Castillo nos ofrecen hacia la costa o hacia el interior: no nos quedaremos sin kilómetros y desnivel para una buena sesión de entrenamiento vacacional, eso sí, en secciones cortas y, en algún caso como El Tolío, explosivas.
Pero más allá del rendimiento deportivo, Costa Quebrada ofrece otras posibilidades más tranquilas y asequibles para compartir la actividad con perfiles menos deportistas, como la Ruta de los Molinos del arroyo Otero, en Santa Cruz de Bezana, un sencillo itinerario, sin apenas desnivel en el que trotar, estirar las piernas o hacer las pertinentes series. Remarcar aquí la existencia de una “pista de atletismo”, de hierba, creada en un campo segado para tal fin. Una especie de tributo a la película “Carros de Fuego”. Como éste, la zona ofrece múltiples itinerarios cortos y fáciles en los que los menos avezados pueden también emplearse a fondo.
Y, además, está todo lo que Costa Quebrada ofrece para cuando no estamos corriendo: desde un parque zoológico (Parque de la Naturaleza de Cabárceno) a la posibilidad de disfrutar de una gastronomía basada en el mar: tras haber disfrutado de los senderos de la zona, un pescado del día en “El Cazurro” (por poner un ejemplo) será algo para recordar. ¡Y no olvidemos que estamos en tierra de anchoa!
Porque no todo es correr.