Sabiñanigo
Cuando vienen mal dadas hay que sufrir hasta el final, pero haber corrido ultras te da el punto de sufrimiento necesario para terminar
El sábado por la tarde cayó en Sabiñánigo lo que no está escrito. El cielo se cubrió por la tarde y empezó a descargar agua a mansalva, lo que anticipaba que el domingo tendríamos el terreno, no sé si complicadillo, pero sí resbaladizo. Dos apuntes curiosos de la entrega dorsales: me dieron el 4 (aunque no por élite sino por el orden de inscripción, que la hice antes de irme de vacaciones). Y la segunda anécdota, el dorsal era de tela y reutilizable. Osea, que hay que devolverlo al llegar a meta. Sobre todo curioso el que sea de tela. Yo que lo llevo con cinta de triatleta, me daba la sensación de llevar puesto un taparrabos.
Cada vez me cuesta más madrugar para las carreras. Este año me había malacostumbrado a las salidas a horas normales (12h30, 14h, 12h…) pero esta vez tocaba madrugar y a las 8:30 en punto se da salida con menos de cien corredores. Qué diferencia con ediciones anteriores, llegando a los 300 y creo que incluso más. Pues será que mi grado de torpeza se nota más entre menos gente, porque he sido el único que se ha comido un pilón de los que ponen en las calles para que no aparquen los coches. No habíamos recorrido ni quinientos metros, golpe en la rodilla y al suelo. Menos mal que estaba algo protegida por una almohada. La idea que llevaba en la cabeza era salir tranquilo hasta la cima de Oturia y a partir de allí apretar a tope hasta que duren las fuerzas. Del recorrido sólo cambia el principio por la obras de la autovía, y en cuando cruzamos el río empezamos el ascenso por senda hasta Santa Engracia. Al estar tan poquitos, el grupo se estira pronto y las unidades se desperdigan. Vamos, que haré la carrera prácticamente solo. Es algo que prefiero, sobre todo el los descensos, cuando me pone bastante nervioso llevar a gente pegada al culo.
Bueno, que me lío. La subida por senda bien, como siempre, con el terreno húmedo. El descenso no es muy complicado y no lo hago mal, aunque con algún sustillo con las piedras mojadas. Cruzo el río Basa, ya a la brava sin pasar por las piedras. Al revés que el año pasado, en el tramo llano voy bastante bien. Cruzo por la tubería y aquí ya el terreno empieza a empinarse. Primero hasta Osán, y desde aquí terreno de toboganes por recorrido de la Osan Cross Mountain hasta San Román. Me tomo el primer Powergel y comienza el espectáculo. Personalmente a mi me parece más duro el ascenso a Santa Orosia que el final a Oturia. Ritmo suave, pimpam, pimpam, guardando pero con la mosca detrás de la oreja porque las piernas no van también como otras veces. De hecho, miro el reloj y veo que llevo bastante retraso con el horario que había previsto. Me salen kilómetros de 14′, 13’… Se me hace la subida eterna. Menos mal que sé hasta donde llega, porque si fuera una carrera desconocida se hubiera hecho muuuuuuuuuy largo. La llegada al avituallamiento de Santa Orosia es una bendición, cuando ya iba muy justito. Unos buenos tragos de agua y los dos kilómetros de ascenso sostenido por pista, de vez en cuando sorteando vacas, me vienen de maravilla para reactivar las piernas y, sobre todo la mente. Al coger el desvío final al Pico Oturia miro el reloj y me marca 2h35, cuando otras veces es el tiempo que hago en cima. El ascenso final es por pastizal primero, piedra suelta después y hierba y cantos en la cresta. El primer tramo es el más vertical, duro y siendo el cresteo una subida más tendida. Toco chufa en 3h05′. Muchas precauciones y poca alegría en las piernas se traducen en llegar media hora tarde a donde había quedado.
Tocaba ponerse las pilas e intentar bajar algo más ligero de lo habitual. Me tomo otro Powergel en la cima y me lanzo hacia abajo. Muy rápido el primer tramo por pastizales hasta el avituallamiento. Otro vaso de agua y ya, por sendas y pedreras, Satué. Son unos kilómetros que alternan sendas de tierra con piedra suelta, raíces, dos o tres cruces de río y pedregal final antes de entrar en Satué. Este trozo lo hago casi andand, es aquçi de donde tengo de recuerdo los puntos en la frente del 2007. A partir de este punto, k25, terminan los ascensos y descensos pronunciados. Todo lo que queda ya son pequeñas subidas y bajadas, toboganes y llaneo. Recuerdo que en Isún hay una fuente, a la que amorro. K28 último gel, Ipod en marcha y a correr lo que dé de sí el cuerpo. Dado lo que he estado guardando es bastante, y no me resulta difícil marcar kilómetros por debajo de 5′, con un ritmo bastante constante. Tan rápido que adelanto en este tiempo a cinco corredores que, sin exagerar, me llevarían más de 15′ al paso por la cima de Oturia. Segundo paso por Osan, último avituallamiento en el río y rumbo a Pirenarium, no sin antes hacer ese último ascenso a 3 kilómetros de meta que tanto se atraganta cuando no lo conoces. Se me hace menos largo que otras veces, desciendo de nuevo hacia el río y tras cruzarlo piso ya asfalto en Sabiñánigo, entrando en meta en 5h07′.
La Puyada me ha dado dos lecciones relacionadas:
Lección 1: Que hayas corrido ultras no significa que una carrera corta la vayas a terminar facilmente
Lección 2: Cuando vienen mal dadas hay que sufrir hasta el final
Pero haber corrido ultras te da el punto de sufrimiento necesario para terminar