El viernes por la mañana había una cierta preocupación entre los máximos responsables de Penyagolosa Trails. El teléfono no sonaba. Todo tenía una apariencia demasiado tranquila, era como esos momentos de extraña paz antes de la tormenta…
EL SONIDO DEL SILENCIO
La diferencia en este caso, es que la tormenta no llegó nunca. A pesar de la coincidencia, ese “silencio” era diferente al de esos niños que juegan solos en el cuarto y a los que hace rato no se les oye. Un mal presagio.

El silencio organizativo del viernes obedecía a algo muy diferente: era el sonido de una organización bien engrasada en la que todos saben ya qué hacer y cómo hacerlo. Y no es que no hubiera incidencias, eso es imposible, simplemente Penyagolosa Trails es ahora mismo una organización solvente – muy solvente – bien estructurada y en la que muchos de los voluntarios hace ya años que lo son – algo que dice mucho de la carrera – y, por tanto, ya saben qué es lo que hay que hacer sin que nadie tenga que repetirlo una y otra vez, con las consecuentes confusiones, errores y malas interpretaciones. En general, las posibles incidencias son anecdóticas y cada uno sabe cómo solventar las suyas, de forma que la inmensa mayoría no trascienden. Eso es una organización. Los años invertidos en trabajar bien no son en balde.
Y sin más novedades empezaba un fin de semana de meteorología cómoda en la que más de dos mil corredores entre las dos carreras pudieron disfrutar de los recorridos clásicos de la CSP (106K 5.600D+) y la súper clásica MiM (60K 3.300D+) y celebrar el éxito en el santuario de Sant Joan de Penyagolosa tal y como hace ya más de veinticinco años se viene haciendo.

Así, en la noche de viernes a sábado, arrancaba la CSP desde la pista de atletismo de la Universitat Jaume I, en la que quinientos diecinueve corredores se enfrentaban a un recorrido nocturno en el que las primeras luces alcanzarían a los de cabeza en Sant Bertomeu, en el kilómetro 72, donde el vencedor de la carrera, Iván Calvo (11h01:34) llegaría a poco más de las siete de la mañana mientras el pelotón de cola estaba en algún lugar entre Les Useres y Atzeneta (kms 31 a 41 de la carrera). Calvo dominó la prueba y se plantó primero en una meta que, tras 106 kilómetros, los tres primeros alcanzarían en un margen de menos de un cuarto de hora. Una referencia para valorar lo reñido de la prueba.

En mujeres, Eli Ríos (14h03:38) – que esperó a su seguidora Mercedes Pila para cruzar el arco – se llevó una prueba que las dos corredoras hicieron prácticamente juntas – ahora tu ahora yo – dejando la tercera posición para María Isabel Fuentes que llegaría unos veinte minutos por detrás.

Y a las seis de la mañana arrancaba puntualmente la MiM, la súper clásica castellonense que vio, por tercera vez, a José Ángel Fernández (“Canales”) en la primera posición del podio en 5h14:04, a poco más de un minuto del récord, convirtiéndose en el cuarto corredor – tras Miguel Caballero, Remi Queral y Gabriel Marín – en acumular tres victorias en la MiM.

En mujeres, una Inés Astraín (6h07:45) en estado de gracia arrasaba con todo, incluido el récord ostentado desde 2016 por Laia Cañes en lo que entonces era un circuito algo menos duro. Una auténtica proeza. Por detrás de Astraín, la veteranía de Gemma Arenas (6h27:13) se impuso por poco a la juventud de Mireia Pons (6h30:00) tras un duro duelo entre las dos durante casi todo el recorrido. Con mucho, la carrera más interesante del fin de semana (sin desmerecer a nadie): no sólo el engranaje de la organización funcionó a la perfección.
Una edición más para la historia.