18-04-2024

DOPAJE EN EL TRAIL: UNA REFLEXIÓN

Se cierra 2022 y se inicia 2023 con una nueva polémica vinculada al dopaje en el trail. Aparecen nuevos casos que ponen en duda lo que para algunos es esa especial condición de ejemplaridad del trail y de los deportes de montaña en general.

RASGARSE LAS VESTIDURAS

Es obvio que el dopaje es un problema serio, muy serio. Por mil razones, que van desde la salud del propio deportista y los negocios sucios que genera, hasta la respetabilidad del colectivo que practica el deporte en cuestión. Es evidente que el juego limpio es la esencia, siempre. Pero lo es especialmente cuando se trata de medirse, de competir con otros.

De todos modos, es importante asumir un problema como el dopaje como algo inherente a la especie humana (ojo: asumir no es ignorar o menospreciar). Cualquier actividad humana que implique dinero, estatus o proyección social, será susceptible de trampa. Siempre ha sido así y siempre así será. Y no hay ninguna actividad que se vea libre de riesgo. El mundo de la montaña en cualquiera de sus disciplinas está históricamente plagado de embusteros y tramposos porque, señoras y señores, va siendo hora de asumir que no somos diferentes del resto de la humanidad. La historia del montañismo está llena de mentiras, falsas ascensiones y, también, drogas. Es así (y la lista es muy larga).

¿Hay que rasgarse las vestiduras por qué un atleta da positivo en un control? No. Hay que actuar en consecuencia, evidentemente. Pero sin maniqueísmos fáciles. No somos mejores ni peores, el trail no se “está pudriendo”, el trail, como actividad deportiva especialmente transversal, es una simple muestra de lo que es la sociedad, y siempre ha habido quien ha sido capaz de todo para figurar. Siempre.

Es obvio que la ingestión de ciertas sustancias, por la vía que sea, implica la transgresión de unas normas a las que se supone que el deporte se somete. Pero también es importante dar un paso atrás y, más allá de reclamar venganza y soluciones fáciles -que la historia demuestra que no sirven de nada – se analice el cómo y el porqué. ¿Qué lleva a alguien a doparse para mejorar su resultado? ¿Hasta qué punto muchas veces el deportista no es ni consciente del dopaje? ¿O es obligado a ello? No se trata de liberar a nadie de sus responsabilidades, si no de explorar la raíz del problema, que es la única opción de minimizarlo. Y «minimizarlo» no es una palabra elegida al azar. Quien piense que con controles y castigos se erradicará el dopaje (o cualquier otra actividad inmoral) hace gala de una inocencia preocupante; nunca, en toda la historia de la humanidad, se ha erradicado un problema de este tipo basándose únicamente en el control y el castigo. La esencia está en el origen, en el «¿Por qué?».

A veces la razón es el dinero (que es relativo) pero no siempre. ¿Cuántos deportistas que no se juegan nada se dopan de una forma u otra para seguir hundidos en una clasificación, pero veinte minutos por delante de lo que hubieran hecho sin trampa? Todos sabemos que hay un número significativo de esos perfiles ¿Cuántos de los que se rasgan las vestiduras no se hinchan a ibuprofenos en carrera cuando les duele algo? La única diferencia es que la agencia pertinente no ha clasificado el ibuprofeno (que sepamos) como sustancia dopante, pero está claro que ese deportista no hubiera acabado la carrera sin él…

Con la aparición de los últimos casos, no faltan voces que reclaman controles en todas partes, como si eso en otros deportes hubiera solucionado algo. Es obvio que son necesarios, pero como ya hemos comentado más controles no solventan nada (se realizan en más carreras de las que parece), amén de la complejidad técnica y económica de su realización, algo que está fuera del alcance de muchas pruebas.

Son preguntas simples con respuestas más complejas de lo que parece, pero creemos que es un tema a reflexionar muy a fondo, sin maniqueísmos ni aspavientos, y empezando por asumir que el trail, como todos los deportes de montaña, está envuelto de un aura de pureza que le proporciona el entorno donde se realiza, la naturaleza, pero que los que lo practicamos, no dejamos de ser humanos.

Y aquí os dejamos con el artículo publicado en el número 28 de Revista TRAIL  (Ene/Feb 2010), que creemos que sigue siendo válido desde un punto de vista divulgativo, más allá de que algunos datos, sustancias o estamentos hayan cambiado (esperemos) a lo largo de estos trece años.

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Astérix y su poción mágica, Popeye y sus espinacas, Harry Potter y sus mejunjes, los Elfos y sus ‘lembas’… nuestro  imaginario colectivo está plagado de ejemplos en los que el rendimiento físico se asocia a la ingestión de sustancias diversas, desde inocentes espinacas a alucinógenos sin paliativos. Pero una cosa es el imaginario y otra la cruda realidad, en la que el consumo de ciertas sustancias o el empleo de ciertas técnicas pudre todo lo que hay a su alrededor.

De leyes y trampas…

Hay palabras que en ciertos entornos no se pueden pronunciar. No se puede decir bomba en un avión o un aeropuerto, así como no se puede pronunciar el vocablo doping en una prueba deportiva. De ningún deporte.

Los dos casos implican referencias a conceptos especialmente dolorosos o negativos en el entorno citado, aunque no por ello menos presentes en la vida real. La ambición mal entendida, la deshonestidad, la presión externa en ciertos deportes en los que se mueve mucho dinero (que no solo el deportista gana) son, en muchos casos, el caldo de cultivo para que algunos busquen su propia poción mágica, al límite o directamente al margen de la ley. Es cuando se cruza esa línea que lo que inicialmente es una simple (perdón por lo de simple) preparación física puede pasar al ámbito del delito, y en cualquier caso pasa a abanderar el descrédito para el deporte practicado.

Las referencias al dopaje vienen de muy antiguo: ya en la mitología nórdica o en las crónicas de la Grecia clásica hay referencias a la ingestión de substancias extraídas de hongos (la amanita muscaria por ejemplo) y plantas. Y se van repitiendo a lo largo de toda la historia, pero a la llegada del siglo XX, la posibilidad de difundir a nivel mundial los eventos deportivos, la rivalidad entre países, la gloria asociada al triunfo deportivo y la entrada en juego de grandes sumas de dinero disparan el fenómeno, generando en muchas ocasiones consecuencias nefastas para el destinatario final: el deportista.

Ya en 1866 el ciclista galés Arthur Linton falleció en la carrera París-Burdeos a causa de la ingestión de estimulantes. Es el primer caso conocido. En 1948 el belga Étienne Gally cruza en segunda posición la meta en un maratón y sigue dando vueltas a la pista sin control hasta que cae fulminado al suelo moviendo aún sus extremidades frenéticamente como si corriera hasta que se le para el corazón. Ya en la década de los cincuenta, el ciclista Jacques Anquetil dijo: “¿Acaso creen que se puede llegar de Burdeos a París solo con agua mineral?”, dejando clara cuál era la situación y convirtiendo en cierta manera al ciclismo en la cabeza de turco del tema dopaje. Unos años más tarde, el también ciclista Tom Simpson cae fulminado durante la ascensión al Mont Ventoux, el informe de la autopsia revela la conjunción de “alcohol, anfetaminas y deshidratación”. En otros deportes, fútbol por ejemplo, hay múltiples referencias al  consumo de anfetaminas durante los años sesenta, en conjunción con varias muertes prematuras de futbolistas italianos. En la década de los setenta, siguen los estimulantes, pero, como las ciencias avanzan que es una barbaridad, hacen su aparición los esteroides anabolizantes, habituales en los atletas de los países del Este. Son años en los que el control es mínimo, pero en la década de los ochenta el positivo por esteroides anabolizantes del velocista Ben Johnson marca un punto de inflexión. Su contemporánea y también velocista Florence Griffith fallecerá diez años después con solo treinta y ocho años, por causas un tanto confusas.

Los recipientes para la muestra van sellados en el recipiente original. Un dispositivo en el tapón impide abrir el recipiente una vez cerrado.

Los controles aumentan, pero la ley siempre va por detrás de la trampa y la evolución en este campo hace que constantemente se busquen nuevas sustancias que, por lo novedoso, aún no estén catalogadas como dopantes, aunque se considere como tal cualquier sustancia de efectos similares a alguna de las que está en la lista, a pesar de no aparecer de forma explícita. O bien se investigue también en el campo de los llamados enmascaradores, sustancias no dopantes por sí mismas pero que dificultan la detección en los análisis de ciertos elementos ilegales. A las sustancias puras y simples, se añaden además los llamados procesos dopantes: transfusiones de concentrados de hematíes con el fin de conseguir un hematocrito (índice de glóbulos rojos) más alto de lo normal y otras variedades de manipulación de la sangre. También evolucionan los procesos de detección, tanto de las sustancias en si como de su origen, a fin de poder determinar, por ejemplo, si un índice irregular de EPO es de origen exógeno (administrado) o endógeno (producido por el propio cuerpo). Este proceso en concreto implica una gran complejidad técnica y, por supuesto, un coste remarcablemente alto.

Hay que organizarse

Así las cosas y viendo que las declaraciones de intenciones y la condena pública del problema no conducen a nada, en 1999 se funda la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) para «fomentar, coordinar y supervisar a escala internacional la lucha contra el dopaje en el deporte en todas sus formas». Su primera función será definir qué es el dopaje y publicar el Código Mundial Antidopaje a fin de crear un estándar útil para todos los deportes y en todos los países del mundo. El siguiente paso es la creación de la Lista de Prohibiciones (La Lista) en la que se detallan todas las substancias y procesos prohibidos en competición y fuera de competición. Evidentemente, esa es una de las partes difíciles: constantemente se descubren y fabrican nuevas sustancias que los señores de la AMA deben detectar, analizar y, si corresponde, añadir a la lista, que se actualiza anualmente (www.wada-ama.org).

Una sustancia puede ser incluida en la lista si cumple dos de estos tres puntos: 1. mejora el rendimiento, 2. amenaza la salud del atleta, 3. viola el espíritu deportivo. Para ello, la AMA realiza un exhaustivo proceso de consulta en el que están implicadas más de 1.700 autoridades públicas y deportivas. La nueva lista se publica cada primero de octubre y entra en vigor el primero de enero del año siguiente. La Lista diferencia las sustancias y procesos prohibidos en todo momento, las sustancias prohibidas en competición y las sustancias prohibidas en ciertos deportes. No vamos a entrar a detallar cuales son, ya que para eso está La Lista, que, además, es difícilmente comprensible y especialmente densa para cualquiera que no tenga los conocimientos necesarios para interpretarla, pero a nivel de curiosidad vale la pena comentar la Lista de Sustancias Prohibidas en Ciertos Deportes, concretamente en lo referente a la única sustancia que alguien no especializado en estos temas puede entender fácilmente: el alcohol. En tiempos en que la incidencia de esta sustancia en el organismo humano está más que clara y en la que se habla de tolerancia cero en cuanto a su abuso en algunos aspectos de la vida cotidiana (al volante, por ejemplo), resulta que son sólo ocho los deportes que regulan su consumo en competición: automovilismo, bolos (sí, bolos), deportes aéreos, kárate, motociclismo, motonáutica, pentatlón moderno en disciplinas con tiro y tiro con arco. En ninguno de ellos el índice de tolerancia es cero (un mínimo de alcohol en sangre es incluso beneficioso para la salud), incluso en algún caso el umbral de alcohol en sangre es respetable (0,30 g/l en motonáutica, contra 0,50 g/l en la vida cotidiana), pero en el resto de deportes el consumo de alcohol no está regulado. Es más, la cerveza es una de las bebidas aceptadas en los controles antidopaje como diurético para los deportistas.

Comprobación de la densidad y el Ph de la muestra.

Nosotros también

En nuestro país, el organismo responsable es la Comisión Nacional Antidoping (CNAD), dependiente del Consejo Superior de Deportes (CSD) y que funciona según las directrices de la mencionada AMA. Los controles son obligatorios en competición en todas las pruebas oficiales para todas las federaciones y, desde el sonado caso de Juanito Mühlegg, es obligatorio un control previo entre veinte y cuarenta días antes de la competición a todos aquellos deportistas españoles inscritos en pruebas internacionales oficiales. Ya de forma más concreta para nosotros, en la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME) se realizan controles en algunas disciplinas desde el año 1999, y en el mundo de las carreras por montaña desde sus inicios oficiales en el año 2002

¿Dopaje involuntario?

El resultado de un control antidoping tiene tres posibilidades: adverso (antes llamado positivo), negativo y anómalo (posible origen genético, por ejemplo).

Una de las paradojas del control antidopaje es que son unas cuantas las sustancias de consumo común en caso de enfermedad leve (una gripe, un resfriado, por ejemplo) susceptibles de ocasionar un resultado adverso. La normativa de la AMA sigue lo que ellos llaman el “principio general de responsabilidad objetiva” o “principio de estricta responsabilidad”, según el cual el atleta es el responsable último de cualquier sustancia que entre en su organismo, sea cual sea su origen: recetada, recomendada o incluso suministrada por otra persona. Así pues, el atleta debe ocuparse de revisar cualquier medicamento o similar que deba ingerir para asegurarse que no contiene ninguna sustancia prohibida, sea revisando las composiciones o consultando con su médico. La imposibilidad de realizar tales averiguaciones o la posible inexactitud en cuanto a las proporciones en algunos medicamentos no eximirán al atleta de su responsabilidad. La cosa se complica aún más cuando se viaja, ya que la legislación sobre la información que deben contener los medicamentos varía según el país. Hay que remarcar que La Lista ya mencionada de la AMA sólo hace referencia a componentes, no a medicamentos, ya que, según la propia AMA, no se dispone de los recursos necesarios para hacer una lista en base a los medicamentos fabricados con esas sustancias. Probablemente sería más fácil realizar una lista de medicamentos que pueden ser administrados sin problemas a fin de facilitar la vida a los deportistas, una lista positiva, aunque tanto en el caso de la Lista Prohibida de medicamentos como en el de la posible lista positiva es más que probable que se generaran conflictos con las industrias farmacéuticas. De todos modos, en caso de que por razones terapéuticas el atleta deba seguir un tratamiento por el cual deba ingerir alguna sustancia prohibida existen las llamadas autorizaciones por uso con fines terapéuticos (AUT), que se conceden previo estudio del caso en particular. En caso de emergencia pueden ser solicitadas una vez se ha aplicado el tratamiento, pero hay que saber que una simple anestesia local como la que nos administra el dentista es susceptible de provocar un resultado adverso, así como algunos jarabes para la tos, incluso infantiles (¡Dios mío! ¿Estaré dopando a mi hija?), la mayor parte de los antigripales comunes, diuréticos, laxantes. En muchos casos, y dadas las ínfimas proporciones, el aporte de sustancia dopante es totalmente inoperativo desde el punto de vista de su posible efectividad a nivel físico, pero la sola presencia de la sustancia en el organismo hace disparar las alarmas. Como anécdota, un conocido concentrado efervescente de vitamina C podía dar problemas con el sabor limón. El sabor naranja era seguro.

Existe también la posibilidad de que el atleta genere de forma endógena algún tipo de sustancia (epitestosterona, por ejemplo) susceptible de ocasionar un resultado anómalo. En este caso el fallo final se determina en base a tres controles en tres meses para observar la continuidad y un estudio específico de esos resultados. No hay presunción de inocencia, ni siquiera si hay posibilidades de que el origen del resultado adverso sea endógeno: durante esos tres meses el deportista no puede competir a nivel internacional hasta que el veredicto final ve la luz.

La manipulación de las muestras debe ser realizada en su integridad por el propio deportista.

El Control

Según la AMA, los controles antidopaje pueden ser realizados en cualquier momento y lugar a cualquier deportista que compita a nivel internacional y nacional. De hecho, los deportistas susceptibles de control deben estar siempre localizables a fin de que puedan responder al requerimiento de un control en cualquier momento, ya que no solo se realizan a raíz de una competición o evento determinado. De hecho, todas las federaciones olímpicas, con reconocimiento olímpico, o con pretensiones de obtenerlo, deben acogerse al llamado Programa Adams, según el cual unos deportistas determinados (en función de resultados) deben comunicar en periodos de tres meses dónde van a estar en una franja horaria determinada, durante la cual un representante del organismo pertinente (CNAD) puede presentarse sin avisar y realizar un control. La segunda vez que el deportista no es localizado en el lugar y la hora señalada implica una sanción de dos años (como si el resultado hubiera sido adverso). La agenda se renueva cada tres meses y es necesario (y conveniente) comunicar cualquier cambio que se pueda producir. 

La realización de un control responde a un protocolo muy bien delimitado que regula quién, cómo y dónde puede realizar el control. En caso de realizarse fuera de competición, un agente de control antidopaje (ACA) comunica al deportista que ha sido seleccionado para un control. A partir de ese momento, el deportista deberá presentarse lo antes posible y estará acompañado por el agente en todo momento hasta el control. El deportista puede elegir un representante para que lo acompañe durante todo el proceso. Una vez en el lugar elegido, que durante el proceso tendrá como única finalidad la realización del control, el deportista tiene la posibilidad de hidratarse y selecciona, entre varios ofrecidos, el recipiente en el que se realizará la toma de la muestra de orina, durante la cual solo pueden estar presentes el deportista y el agente (excepto en el caso de menores) y en la que el deportista deberá despojarse de toda prenda desde las rodillas hasta medio torso y de las manos a los codos. Una vez se ha obtenido un volumen mínimo de muestra y ésta cumple ciertas  condiciones de densidad relativa y Ph, el deportista elige un estuche de toma de muestras (Bereg-Kit) que contiene dos recipientes, en los que verterá la muestra recogida. Uno de los recipientes servirá para contener le muestra con la que se realizará el control, el otro servirá para realizar el contraanálisis en caso de resultado positivo. Todo esto será enviado al laboratorio correspondiente (dependiente del CSD) junto con un formulario confidencial de control antidopaje en el cual no figura el nombre del deportista. El envío suele realizarse a través de empresas de mensajería con posibilidades de realizar trámites de este tipo, en cuanto a celeridad, seguridad y confidencialidad. Durante todo el proceso en el laboratorio la llamada cadena de custodia no debe romperse en ningún momento.

En algunos casos el control se realiza a partir de muestras de sangre.

Las consecuencias

Las consecuencias de un resultado adverso en un control antidopaje son realmente graves: la sanción máxima son dos años de inhabilitación total, lo cual para un deportista de élite representa probablemente el fin de su carrera. Además, según el país donde se ha realizado el control, existen también responsabilidades penales derivadas. Así por ejemplo en Francia o Italia el consumo y la posesión de sustancias dopantes son delitos graves, de ahí las espectaculares redadas de los gendarmes en los hoteles donde se alojan los corredores del Tour, o de ahí que algún deportista con una causa pendiente en uno de estos países no pueda participar en una prueba porque esta pisa suelo de uno de ellos. En España no es delito, nos conformamos con rasgarnos las vestiduras, como de costumbre.

A parte evidentemente están las consecuencias físicas, que son las realmente implacables, ya que pasan factura tanto si el dopaje es detectado como si no. Tal como hemos comentado al inicio del reportaje, muertes prematuras y enfermedades diversas están al orden del día entre deportistas que han sucumbido a la presión durante su carrera.

Trail running…

No son frecuentes por el momento los casos de dopaje en el mundo del trail running. Hay varios factores que juegan a nuestro favor: a pesar de su auge, es un deporte que sigue siendo minoritario, no tiene casi incidencia en los medios y las cantidades de dinero que mueve son irrisorias comparadas con otras disciplinas deportivas. A pesar de todo, la FEDME, desde los inicios de las carreras por montaña viene realizando de forma oficial controles a los corredores punteros de forma regular y en competición (todos los inscritos al último Campeonato de Europa en Canazei el pasado julio, por ejemplo) y hasta ahora no ha habido nunca ninguna incidencia. De todos modos, es, era, mejor dicho, una cuestión de tiempo que el doping llegara al mundo del trail running de competición y las carreras de montaña se han adelantado a las carreras por montaña (ya que quieren diferenciar, diferenciemos): hace pocos meses, la italiana Elisa Desco dio positivo en los Campeonatos del Mundo de la IAAF (Federación Internacional de Atletismo), celebrados en Italia el pasado septiembre. La sustancia consumida, según el diario italiano La Gazzetta dello Sport, es EPO Cera. La corredora, a la espera del contraanálisis, se enfrenta a una sanción de dos años y a la anulación del título conseguido. La revocación de su invitación a acudir al Mundial de medio maratón en Birmingham (GB) fue inmediata.

 

Texto y fotografías: Quim Farrero

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