Veinte años de una carrera, la “Trans”, que inicialmente se celebraba dos veces al año, una sur-norte y otra este-oeste. Veinte años en los que se ha acumulado una experiencia que se ha invertido en una mejora constante que, de momento, ha culminado en una edición de celebración que se ha erigido en una de las más complicadas de la historia de la “Trans”.
LA CARRERA DE LA REINVENCIÓN
Cuando hablamos de Transgrancanaria, hablamos de la que, muy probablemente, es la única carrera por montaña del mundo que ha sorteado casi sin pestañear la pandemia: ni siquiera ha sido necesario un cambio de fechas para que en estos años complicados que – esperamos – dejamos atrás, la “Trans” se haya celebrado puntualmente dando, una vez más, un inicio simbólico a la temporada en un deporte que no conoce ese término.
Pero haber sorteado todos los escollos de su historia –que han sido muchos y diversos – no es una cuestión de suerte. La mayor parte es esfuerzo, dedicación y, a veces (por qué no) cruzar un poco los dedos, algo que a la organización no le ha dado miedo todas las veces que, a lo largo de su historia, se ha atrevido con algunos cambios polémicos que se han demostrado positivos y han trascendido a otros eventos; pensamos, por ejemplo, en una actualización de los precios de las inscripciones hace una década, que en su momento fue una apuesta fuerte y que se ha desvelado al o largo de las ediciones como justa y necesaria. De hecho, Transgrancanaria prácticamente ha llenado siempre sus inscripciones incluso en los tiempos más difíciles, con especial mención a este año en que se agotaron en un tiempo récord.
Esta vez, los corredores de las pruebas más largas se enfrentaron, como es habitual aquí, a algunas remodelaciones de recorrido, el más significativo de las cuales es el paso por el Garañón antes de dirigirse al Roque Nublo, al revés de como siempre había sido A esto sumaremos el otro gran cambio: la ubicación de la zona de meta en el llamado Parque Sur. Un espacio bonito, cómodo y agradable con el cual, además, los corredores se ahorran aquellos dos kilómetros de trámite (bonitos no eran) para cruzar Maspalomas y llegar a la antigua meta en Expomeloneras, donde se mantienen la entrega de dorsales y los servicios centrales de la organización (control, crono, prensa…). A las novedades hay que sumar la incorporación de un kilómetro vertical al evento –el KV El Gigante – que, celebrado en el noroeste, en el Agaete que fue durante algunas ediciones un entrañable (y bonito) punto de partida de la Clasic (la prueba más larga del evento). Una pnueva prueba cuya configuración dejó más que contentos a los participantes y que vio como vencedores de la primera edición a Chris Richards en hombres y Gisela Carrión en mujeres, seguidos respectivamente por Ricardo Cherta y Yohann Stuck y Georgia Tindley (que el sábado se llevaría una tercera posición en la Starter) y Mélina Clerc-Grosjean. Hay que remarcar que, más allá de todas esas remodelaciones, la organización siempre ha mantenido todos los recorridos de forma coherente en cuanto a sus distancias y desniveles.
Pero a parte de celebraciones, hazañas deportivas y experiencias personales, el protagonista de esta edición fue, como corresponde a una actividad en la montaña, una meteorología que, en forma de un intensísimo viento en la parte central de la isla, puso las cosas difíciles a los corredores pero, sobre todo, a una organización que se vio obligada, en una decisión in extremis pocos minutos antes de la llegada del primer participante al lugar, a eliminar el tradicional acceso a la base del Roque Nublo, el emblema de la carrera, la llamada “Ida/vuelta al Roque” del recorrido. Un viento que dificultaba mantener el equilibrio y moverse, aliñado con una lluvia a ratos intensa y una temperatura que, sin ser de las más frías vividas en la zona del Roque, si que daba el toque final a la decisión, tanto para garantizar la seguridad de los corredores como la de los voluntarios que, lector de crono en mano, iban a ser torturados con una estancia en el infierno. Unos voluntarios en los que los corredores a menudo no piensan al quejarse cuando se cancela o modifica un itinerario por las condiciones meteorológicas.
Así pues, el control se desplazó, literalmente a la carrera, al collado llamado “la Degollada del Roque Nublo”, una zona algo mas protegida. Eso fue minutos antes que el primer corredor de la Clasic, un Pablo Villa que se llevó con autoridad esta edición por delante de un Pau Capell y un Pere Aurell que, a pesar de sus esfuerzos, quedaron a bastante distancia de Villa. En lo que respecta a la prueba reina, la primera mujer fue Ragna Debats, seguida de Abby Hall y la joven Clàudia Tremps.
La hermana menor de la oferta ultra, la Advanced, vio en el podio a un impresionante Tom Evans, que como otros élites venía a la “Trans” tras una época difícil de lesiones, seguido de un Aritz Egea cada vez más cómodo en kilometrajes largos y un joven Mathieu Delpeuch. En mujeres Arian Wilhem, Johanna Antila y Leah Yingling configuraron el podio.
La maratón de Transgrancanaria, habitualmente tenida cómo fácil por su perfil es, más que fácil, rápida, porque tal como algunos corredores comentan, las piedras se aseguran de que el corredor no pueda relajar la concentración en demasiados tramos del recorrido. Los 42 kilómetros vieron en meta al peculiar Sebastian Liungdahl, seguido de Marten Bostrom y Antonio Martínez, En mujeres, la joven y efectiva Sara Alonso se impuso a Toni McCann y a la veterana pero incombustible Anna Comet.
Y finalmente, la hermana menor, la prueba de velocidad del evento, vio los podios configurados de la siguiente manera: Alberto Vender, Eduard Hernández y Damián Ramis en hombres y Mélina Grosjean, Ainara Uribarri y Georgia Tindley en mujeres.
Podéis consultar los resultados aquí.
Más allá de los resultados y desde el punto de vista deportivo, el compromiso con el circuito Spartan sigue, con el aliciente de unos interesantes premios en metálico para los ganadores. Asimismo ese inicio oficioso de la temporada hace convierte a la “Trans” en una prueba interesante para medirse, probarse y reajustarse si es necesario.
¡Por veinte años más! (pero con el Roque, por favor)