Viernes 7 de junio. Espinama. Cantabria infinita. A unas dieciocho horas de la salida del kilómetro vertical de Fuente Dé, la dirección de carrera debate sobre cómo actuar ante la previsión meteorológica de las horas por venir. Está fuera de toda duda que la seguridad es lo primero, pero… ¿Qué hacer?
DAR EN EL CLAVO
A priori es simple: las posibilidades son dos.
La primera – cancelar la carrera – es la que ningún organizador, en ningún caso desea. La cancelación es el ogro – el monstruo – de las peores pesadillas del organizador, profesional o no. Es tirar por la borda todo un año de trabajo, defraudar a mucha gente y ponerse en el ojo del huracán de las iras de los menos comprensivos. A pesar de todo es una posibilidad que está sobre la mesa y es la que, obviamente, menos riesgos ofrece en cuanto a la seguridad.
La segunda – cambiar el programa de la carrera – ofrece un reto organizativo importante, pero es factible: al fin y al cabo, la organización de un kilómetro vertical es más sencilla que la de otras carreras y ofrece ciertos privilegios… Pero no todo depende únicamente de la organización de la carrera: hay colaboradores externos con los que ponerse de acuerdo, desde los gestores del teleférico que, aunque colaboradores de la carrera, deben velar también por el servicio ofrecido al público en general, hasta el responsable de la paella ofrecida tradicionalmente tras la carrera o a los músicos que, también tradicionalmente, amenizan la fiesta posterior.
¿Qué hacer?
Pero antes vamos a la raíz: un parte meteorológico emitido por la AEMET (la agencia estatal de meteorología) de nivel amarillo por fuertes tormentas, con posibilidad de granizo, el sábado a partir de las 15:00 y durante toda la tarde. Como si se hubiera pensado para la carrera. Un parte que, legalmente, no impide la práctica de ninguna actividad ni la celebración de eventos al aire libre pero que pone en jaque la seguridad de todos en la carrera: corredores, organización y público.
¿Qué hacer?
Todos los presentes están de acuerdo en que intentar cambiar el programa celebrando la carrera por la mañana es la mejor opción, asumiendo el riesgo de que no todos los corredores podrán estar ahí a tiempo. Llamadas a voluntarios para avisar del cambio de planes, reestructuración de tareas (no todos podrán estar allí por la mañana), confirmación de la disponibilidad del teleférico (tanto para bajar a los corredores que así lo deseen como para una posible evacuación), anulación de los servicios que no pueden estar ahí con el nuevo programa… Prisas y nervios, en definitiva.
¡Ah! Y comunicar a los corredores el cambio, asumiendo que todo es muy justo de tiempo y que el importe de la inscripción (no siempre es posible) será devuelto – o la inscripción conservada hasta la próxima edición – para aquellos que no lleguen.
Las tan denostadas redes facilitan en este caso el trabajo de emisión de un comunicado que es difundido por todo aquel que pueda.
La suerte está echada ¿Y si mañana por la tarde no pasa nada? ¿Y si todo se ha hecho en vano? Organizar es decidir, es avanzarse a los hechos y todo el mundo sabe (o debería asumir) que las previsiones son eso, previsiones, datos para poder adelantarse, acertadamente o no, con éxito o no, a un acontecimiento. Pero lo principal: todo se hace, se decide, con la mejor voluntad del mundo. Ningún organizador quiere arriesgarse a echar a perder meses de trabajo y años de prestigio sin ningún fundamento sólido.
El sábado por la mañana todo se acelera, el trabajo de muchas horas se hace en unas pocas: meta montada, salida a punto, entrega de dorsales a primera hora… Finalmente más de doscientos corredores llegan a la cita, bastantes más de los previstos. Las salidas son a las 11:00 mujeres y categorías más jóvenes y a las 11:30 hombres y categorías intermedias.
Hace buen tiempo, algunas nieblas y nubes altas. No hace casi aire y la temperatura, incluso arriba, es agradable. La organización se repite como un mantra que la mala previsión es por la tarde, a modo de quitarse de encima esa sensación de haberse equivocado, de haber tomado una decisión, tal vez, precipitada.
Con la llegada de las primeras mujeres a la meta, un poco más arriba de la estación superior del teleférico de Fuente Dé, la niebla empieza a subir. Es sólo niebla. Ambiente de montaña. Ainhoa Urrutia y Guillermo Ramos, en sendas espectaculares actuaciones, se comen los 972 metros de desnivel en 44:12 y 33:47 respectivamente.
Los participantes van llegando, algunos descienden a pie por el mismo itinerario y otros hacen cola para bajar con el teleférico (el viaje vale la pena) y aquí no pasa nada. Sensación de fiasco.
A las tres de la tarde, ya con casi todo el mundo abajo, al inicio de la entrega de premios (una hora antes de lo que hubiera sido la salida del programa inicia) el cielo está totalmente cubierto y empieza a llover con intensidad. Arriba, la tormenta con componente eléctrico, obliga a detener durante más de media hora la actividad del teleférico. No dejará de llover prácticamente hasta el domingo por la mañana.
La organización ha dado en el clavo. Todo ha ido según las previsiones y se ha salvado la carrera con una incompleta (ha faltado la fiesta) pero excelente edición.
Todos contentos en una Cantabria Infinita.
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