La noche forma parte de la cultura del trail, sobre todo de la larga distancia. Las horas de luz dan para lo que dan, y el avance durante la noche se convierte en una obligación. Para todos en algunos casos y para la inmensa mayoría de los mortales en casi todos.
TRAIL EN EL REINO DE LA OSCURIDAD
La noche en sí misma es una experiencia. Hay a quien le gusta más, hay a quien le gusta menos, pero no se puede negar que tiene su “qué”.
La sensación de aislamiento, de comunión con el entorno y la velocidad del paso de las horas – que no necesariamente del paso de los kilómetros – aumentan. Avanzar de noche, sólo o en compañía, a la luz del frontal, ayuda a concentrarse en uno mismo, Por alguna razón, aún yendo acompañado, la noche convida al silencio, a la introspección. Más que nunca a acomodarse al sonido de la propia respiración. Tanto más cuanto más cerrada sea la noche, en esos momentos en que nuestro mundo queda reducido al círculo (cada vez más grande, todo hay que decirlo) del frontal y al brillo de los reflectantes del balizaje.
La otra cara de las horas nocturnas es la vivida en esas noches en la que la oscuridad está ausente, en las que la luna, como brillante reflector que es, nos ofrece esa iluminación fantasmagórica que, generando incluso sombras, nos permite avanzar incluso sin frontal en terreno abierto. Hay que vivirlo.
Pero no todo es bonito, ni poesía ni introspección. La noche es inhóspita, esa sensación de aislamiento puede ser un problema a la hora, por ejemplo, de reportar nuestra situación o de corregir una trayectoria en caso de error. Las temperaturas bajan y, finalmente pero no menos importante, dependemos absolutamente de un dispositivo, el frontal, que no puede fallar bajo ningún concepto.
Pero más allá de esos relativos inconvenientes, la noche, a pesar de ofrecernos ciertas sensaciones, nos priva de una de las cosas que hacen del trail un deporte diferente: la posibilidad no sólo de formar parte de él (de noche eso no se pierde) si no de disfrutar del entorno, del paisaje en su máxima expresión ¡En cuantas carreras los participantes se pierden lo mejor del recorrido por el simple hecho de que lo cruzan de noche!
Esto a menudo es una necesidad logística de la carrera para que todos, de primero al último, tengan la oportunidad de finalizar el recorrido pero ¿Es siempre así? ¿Tiene sentido actualmente en carreras de 100 kilómetros o menos obligar a todos los corredores a pasar una noche entera en carrera?
Tal vez algunas organizaciones deberían planteárselo. Carreras en las que los primeros se plantan en meta a media mañana después de una carrera entera a oscuras. Carreras en las que la mayor parte de corredores pasarían de día y algunos estarían en carrera una parte de la noche o, en el peor de los casos, toda la noche. Pero serian algunos. Una de las recompensas de ir rápido sería disfrutar de todo el recorrido.
A lo mejor no es importante, todo depende de lo que disfrutemos de la noche, pero no hay que olvidar que uno de los argumentos que exhiben los que se erigen como supuestos protectores de la naturaleza desde la administración, es una supuesta alteración de la vida animal en las horas nocturnas debido a los frontales (discutible) y, según ellos, al ruido en esas horas (no han visto una carrera de noche en su vida). Tengan razón o no, en muchos casos son ellos los que “conceden” las autorizaciones.
Tal vez haya que replanteárselo en los casos en que la noche no sea imprescindible.