Tras volar a la Base Polar Barneo, en plena banquisa polar, la gélida competición transcurrió a 30 grados bajo cero sobre hielo flotante a la deriva
Con dos días de retraso, el 6 de abril, una ventana de buen tiempo permitió a 40 corredores, procedentes de 18 países, volar de la Isla Svalbard (Noruega), Círculo Polar Ártico, a la Base flotante rusa Barneo. Allí la expedición atlética estableció su campamento para competir sobre el océano helado, cubriendo un farragoso trazado de 42 kilómetros. El segoviano Luis Alonso Marcos y el barcelonés Enric Gómez fueron los únicos españoles en la línea de salida.
Como cada año, desde 2002, la Asociación de Exploradores Polares de Rusia ha levantado a primeros de abril una Base temporal en el Océano Glacial Ártico, muy cerca del Polo Norte Geográfico. Poco más de un mes es mantenida en pie debido al continuo e imprevisible movimiento de la costra de hielo flotante (varios kilómetros al día), al infierno climatológico y a la noche polar que dura la mitad del año. La base se compone de varias tiendas de campaña y una improvisada pista de aterrizaje, alisada con tractores. Todo lo necesario es transportado en aviones y helicópteros desde Rusia y el archipiélago noruego de Svalvard. Previamente varios paracaidistas son lanzados como avanzadilla para preparar el aterrizaje del Antonov 74, encargado de trasladar y abastecer a las expediciones científicas y deportivas. Los corredores del maratón han sido los primeros de la temporada en utilizarla.
Recién llegados a la Base Polar Barneo los atletas recibieron las últimas instrucciones. Con el sol permanentemente colgado del horizonte las 24 horas del día, a las 21:00 horas del 6 de abril comenzó el maratón. El termómetro marcaba los 30 grados bajo cero, aunque esporádicas rachas de viento provocaban sensación térmica aún más severa. En esas condiciones es imprescindible acertar con el equipo contra el intenso frío y el terreno. Que evite en lo posible la sofocación (pues el sudor se convierte en escarcha inmediatamente) y que facilite la progresión sobre placas de hielo superpuestas y montoneras de nieve granizada. Algunos corredores optaron por utilizar ligeras raquetas de nieve para mejorar el avance.
Pronto el grupo de atletas más fuerte tomó la cabeza de carrera hasta que el mercurio y la suma de kilómetros fueron definiendo el podium final. Después de 4:17:08 de lucha contra la gélida temperatura, el británico Andrew Murray completaba de madrugada los 42 kilómetros en primer lugar. Segundo en meta se presentaba el español Luis Alonso Marcos, 4:19:38, y tercero llegaba el también británico James Matthews, 4:41:01. Por su parte la australiana Demelza Farr, 6:06:36, lideró el grupo de corredoras seguida de la británica Rebeca Newman, 6:11:39, y de su compatriota Julie Brailsford, 6:14:40.
En declaraciones al Canal 5 TV del Reino Unido, Luis Alonso Marcos se mostró exultante por su segundo puesto. «He luchado a tope… mis compañeros han sido durísimos rivales y el frío ha sido tremendo… estoy muy satisfecho por lo que aquí he visto y vivido… ha sido carrera inolvidable». El corredor también quiso mostrar su gratitud a los patrocinadores que habían confiado en él para correr el Maratón del Polo Norte. «Ayuntamiento Real Sito de San Ildefonso, Asociación para la Promoción del Cochinillo de Segovia, Tierra de Sabor, Grupo Antonio Marcos, Juafermar, RunnersWorld Segovia, Deportes La Granja y Bar Castilla… Sin ellos no estaríamos celebrando este podium en el Polo Norte».
Por su parte Enric Gómez, el otro corredor español en el Maratón del Polo Norte, completaba sin contratiempos los 42 kilómetros más intensos y felices de su vida. Ya lo advierten desde la organización del maratón: «Correr en el ‘congelador’ de la Tierra sobre una plancha de hielo bajo la que se abren 4.000 metros de abismo oceánico es una experiencia deportiva y personal inmensa».
Una vez finalizado el maratón, un par de helicópteros rusos MI8 trasladaron a todos los corredores al punto que el GPS marcaba los 90 grados de Latitud Norte, punto exacto donde se sitúa el Polo Norte Geográfico, en esos momentos a unos 25 kilómetros de la Base. Allí tuvieron la posibilidad de dar «la vuelta al mundo» rodeando el eje de rotación terrestre, caminando solo unos cuantos pasos en círculo.