Pocos circuitos han logrado reunir, de forma sistemática, tanto nivel. Con índices ITRA poco comunes en otras carreras, las pruebas de las GTWS (Golden Trail World Series) garantizan el espectáculo al más puro estilo de la Fórmula 1. De eso se trata.
ESPECTÁCULO
Carreras bien elegidas, con entidad en sí mismas más allá del circuito, exigentes pero accesibles y, sobre todo, un elenco de élites atraídos por unos interesantes premios en metálico y una difusión que pocas pruebas o circuitos tienen.
Formatos que facilitan la velocidad con las dosis necesarias de tecnicidad (hablamos de trail) y que garantizan emoción para el espectador y, como no, con la pertinente difusión televisiva y una gestión de la imagen corporativa y de la comunicación muy, muy cuidadas por los mejores equipos profesionales del sector.
Esto sería un resumen de lo que son las GTWS, auspiciadas por Salomon. Tal vez el circuito con más solidez de la historia del trail hasta el momento. Hay otros, ha habido otros, pero todos fallan – o han fallado – en dos puntos básicos: imagen y comunicación y en confundir la vinculación entre circuito y carrera popular. Las carreras son para los populares, se necesitan y deben cuidarse mutuamente, pero los circuitos, no nos engañemos, son para los élites: sólo siguen los circuitos aquellos que tienen los medios y posibilidad de sacar algún provecho – económico, deportivo o ambos – del tema. Pocos corredores populares seguirán un circuito con pruebas por todo el mundo, y eso Salomon, con las GTWS, lo ha entendido bien.
La simbiosis entre carreras y circuitos se basa en la aportación de primeras espadas y, por lo tanto, espectáculo y difusión, lo cual siempre va en beneficio de la carrera, porque atraerá más miradas y, por tanto, más interés por parte de posibles patrocinadores, administraciones y, finalmente, corredores populares, sin olvidar que éstos se interesan por la carrera, no por el circuito.
Y con esto, tras la primera parada en Zegama, nos plantamos en la segunda etapa de las GTWS de 2023 en Chamonix, con la celebración de la Marathon du Mont-Blanc, la cita chamoniarda de inicio del verano, un evento al que la ha costado un poco salir de la sombra del evento mayor de finales de verano y crearse una entidad propia, a pesar de celebrar también este año su vigésimo aniversario. Y a esta afirmación de su personalidad ha contribuido enormemente un circuito que ha atraído a los mejores especialistas de la modalidad desde hace ya unas temporadas.
Como casi todos, un evento que empezó como una carrera, ha ido incorporando otras pruebas que conforman un denso “fin de semana largo” y entre las que no podía faltar una carrera de 90K (¿La incorporarían actualmente?) en un entorno privilegiado como es el valle de Chamonix. Añadiremos una 23K, una 10K, un KV, una carrera para los más jóvenes y una prueba semi nocturna por parejas y de vocación más lúdica y conformaremos un gran evento en toda regla.
Pero la estrella, tal y como su nombre indica, sigue siendo la prueba clásica de 42K (aproximadamente: en realidad es algo más). Una carrera que este año partía con nombres como Rémi Bonnet, Caitlin Fielder, Oihana Kortazar, Jonathan Albon, Manuel Merillas o Daniela Oemus entre otros, todos con índices ITRA estratosféricos (la mayor parte de los hombres por encima de los 900 y las mujeres de los 700).
En esta edición se plantearon salidas escalonadas, de forma que a las 7:00AM arrancaban las mujeres élite, seguidas a las 7:30AM de hombres élite y la primera de las siguientes olas de corredores populares (4 salidas en total).
Y aquí empieza el espectáculo. En un día radiante, fresco por la mañana, pero cada vez más cálido a medida que el día avanzaba, el pelotón de cabeza se movió a un ritmo infernal tanto en mujeres como en hombres, que tardarían bastante más de lo previsto (hasta el último cuarto de carrera) en atrapar a unas féminas lideradas por Sophia Laukli, olímpica en esquí de fondo, nueva en esto del trail que, curiosamente, nunca había cubierto esta distancia (los 42K) ni en entrenamientos y que lideró con autoridad un grupo de cabeza en el que una impresionante Oihana Kortazar y Miao Yao fueron alternando la segunda y tercera posición hasta que Yao consiguió dejar atrás a Kortazar en los últimos kilómetros de carrera.
Por otro lado, haciendo buenas las sensaciones que el mismo Bonnet decía tener en la entrevista publicada en Revista TRAIL la semana pasada, el corredor de Salomon lideró con total autoridad a un grupo de cabeza que lo dio todo hasta el final y en el que Manuel Merillas, que un par de semanas antes se impuso en la Travesera de Picos, se tuvo que “conformar” con una merecida cuarta posición, muy meritoria dada la carga que lleva en las piernas. Tanto Bonnet (3h35:04) como Laukli (4h12:39) se llevaron además el récord de la prueba, incluso a pesar de que ésta era un poco más larga (1K y 70D+) que en las anteriores ediciones. Unas primeras posiciones que valen 3.000€ (2.000€ las 2as, 1.000€ las 3eras y así de forma decreciente hasta los 300€ de las décimas posiciones). Un reclamo nada desdeñable para aquellos con posibilidades de podio.
El Marathon del Mont-Blanc, como evento, ofrece otra visión del valle de Chamonix en la que todo es más comedido, a escala más humana, pero sin ser pequeño y con todos los complementos que cabe esperar de un evento de su talla, feria del corredor incluida y un planteamiento destinado, a pesar de todo, al corredor popular, al que se le da hasta diez horas para completar un recorrido que se puede resumir en una palabra: espectacular.
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