20-04-2024

REGLAMENTOS

En la vida actual, todos solemos aceptar condiciones a ciegas sin leerlas. Las redes sociales son el ejemplo más claro. Damos por sentado que todo estará pensado y redactado en base a lo que consideramos justo o razonable. Otro ejemplo podrían ser los reglamentos de las carreras ¿Alguien los lee? Si no lo hacemos deberíamos.

¡ES LA LEY!

Cuando la honestidad, la empatía, o el sentido común fallan, aparece la ley, el reglamento. La idea básica es ordenar y regular nuestra conducta como sociedad, sobretodo en puntos que tienen que ver con el bienestar colectivo o aquellos que, por opinables, necesitan de un consenso.
Podríamos entrar en la absurdidad de muchos reglamentos, cuyo cumplimiento estricto provoca el colapso del mismo sistema que, supuestamente, deben gestionar. Es la base de la llamada “huelga de celo”. Pero la finalidad del artículo no es analizar este punto, si no reflexionar sobre la importancia del reglamento en una carrera y la necesidad de saber bajo qué condiciones aceptamos la inscripción, y por tanto la participación, en una prueba deportiva.
En el mundo del deporte, la mayor parte de disciplinas suelen tener un reglamento genérico que en primer lugar las define como tal y luego resuelve las características globales de la actividad. En el mundo del todopoderoso y omnipresente fútbol, por ejemplo, un reglamento global, igual para todos los partidos registra, por ejemplo, que no se puede tocar el balón con la mano. Esto es así en la mayor parte de deportes… ¿En todos?
En el trail, como no, esto es diferente. La sola definición de trail ha tenido que esperar a 2013 con la creación de la ITRA:
“Carrera a pie, abierta a todos, en un entorno natural (montaña, desierto, bosque, llanura…). De forma ideal, pero no de forma imprescindible, se desarrolla con un mínimo de carretera asfaltada (20% de la carrera como máximo) y en semi o autosuficiencia. Debe estar correctamente balizada y organizada respecto a regla deportivas: ética, lealtad, solidaridad y preservación del entorno.”
Una definición que contempla sólo el ámbito competitivo y a la que se apunta en su web la RFEA, aunque no así la FEDME, cuya definición, anterior en el tiempo, es mucho más vaga:
«Las Carreras por Montaña son una especialidad deportiva que se manifiesta a través de carreras por baja, media y alta montaña, ya sea estival o invernal, realizándose el itinerario a pie en el menor tiempo posible y con el máximo respeto al medio natural.”
A nivel de la práctica personal, las definiciones y reglamentos oficiales tienen poca o nula importancia, pero a nivel deportivo el tema es más complejo ¿Toda carrera con menos de un 20% de asfalto es trail? La sola ausencia de asfalto ¿Convierte un recorrido en trail? Son sólo un par de cuestiones que nos podríamos (¿Deberíamos?) plantear.
Otra particularidad del trail viene dada por la proliferación de circuitos y campeonatos, auspiciados tanto por federaciones como por entidades privadas o asociaciones y que a veces lleva al solapamiento de reglamentos con normas contradictorias o incoherentes entre ellas, a menudo en temas referentes a franjas de edad de categorías, por ejemplo.

El dorsal: un elemento totalmente inmodificable y que debe permanecer visible.

Carreras
Cada carrera tiene, a priori, su propio reglamento, y pocos son los organizadores que no tengan la sensación de que, a pesar de su importancia y del esfuerzo que implica su confección, pocos son los que lo leen atentamente.
A veces el reglamento de una carrera tiene normas coincidentes con otras, y a veces no. Algunas se preocupan en confeccionar uno en el que se contemplen sus peculiaridades, en base a la orografía o a las características climatológicas de la zona, pero, sobre todo, en el que se contemple la idiosincrasia de la organización: algunas carreras permiten los bastones y otras no, por poner un ejemplo. Siguiendo con el símil futbolístico, es como si en algunos partidos se aceptara el uso de un determinado tipo de botas y en otros no.
La conclusión es que, al inscribirse en una carrera, el corredor se somete voluntariamente a unas condiciones de participación que muchas veces son ignoradas, sobre todo en las carreras más modestas en las que nos jugamos “menos” es habitual no dar mucha importancia al reglamento asumiendo condiciones generales de otras carreras. En carreras grandes la cosa cambia un poco: nadie quiere ser descalificado de su gran proyecto del año por no llevar unas pilas de repuesto, por poner una posibilidad.
Las carreras más populares han tenido que ir adaptando su reglamento en función de su experiencia a lo largo de las ediciones y de las situaciones vividas, a menudo causa de la picaresca de sus participantes, y principalmente en lo que se refiere al material obligatorio: hacer pasar unas medias de mujer por unas mallas largas es un ejemplo verídico, o llevar una manta de supervivencia de 1×1 centímetros es otro (la lista es extensa). Esto ha llevado a muchas pruebas a tener que confeccionar reglamentos que, en términos de material obligatorio, son una auténtica pesadilla debido al nivel de detalle con que se detallan las especificaciones.
Dado que la actividad base es la misma, correr por montaña, algunas carreras simplemente usan el “corta – pega” a la hora de diseñar su reglamento, utilizando el de alguna prueba similar. Mejor o peor, esto genera una cierta uniformidad, de forma que, a veces, ciertos conceptos se dan por sentados sin comprobarlos realmente en el reglamento de la prueba correspondiente. Después vienen las sorpresas.

Las condiciones de uso de los bastones están especificadas en algunos reglamentos.

Crisis
Todo va bien hasta que el dichoso reglamento se vuelve en nuestra contra. A pesar de que nos apuntamos voluntariamente a una carrera y por tanto nos sometemos, también voluntariamente, a sus normas, cuando estas nos perjudican todo empieza a torcerse. Unas veces sucede de forma involuntaria, por no haber leído bien el reglamento y dar por sentado lo que hemos vivido en otras carreras, otras veces es porque nos encontramos en una situación que no habíamos previsto y que tiene consecuencias según el reglamento, como una barrera horaria a la que llegamos sólo “un poco tarde”. Sin olvidar la posibilidad del “si nadie lo ve…” ¿Quién no ha atajado nunca en una zeta?
Son situaciones en las que, sin valorar si son justas o no, a veces se pierde de vista el concepto de juego limpio, es decir, admitir que nos hemos sometido, voluntariamente, a unas normas que hay que cumplir nos gusten o no. Al fin y al cabo nadie nos ha obligado a hacerlo.
El material obligatorio es uno de los puntos críticos de un reglamento. Todo el mundo tiene su propia experiencia y sus preferencias, con lo que es habitual que, si nos confiamos en lo que nosotros creemos normal, o necesario, es fácil que entremos en conflicto con los que los organizadores piden, por la razón que sea, en sus reglamentos. Una vez más, no entraremos a discutir si los reglamentos son razonables o no, aunque en algunos casos pueda parecer que no lo son, pero el hecho de inscribirse en una carrera implica la aceptación de esas normas.
Otro punto crítico a revisar cuando nos inscribimos en una carrera es la política de abandonos y repatriaciones. Hay que tener claro hasta donde se compromete la organización a la hora de devolvernos a un punto. En caso de abandono, lo habitual es que la organización nos devuelva al punto de partida de la prueba, pero en caso de lesión, si hay un rescate de por medio, la responsabilidad de la organización suele acabar cuando el interfecto está ya en manos del grupo de rescate o del equipo médico, con lo que la repatriación desde el centro sanitario ya no es su responsabilidad. Este es un punto que a veces sólo las carreras más grandes o que cubren más ámbito geográfico detallan, pero que incluso las más pequeñas deberían dejar claro.
En los tiempos que corren, la política de cancelaciones se ha desvelado como uno de los puntos más críticos a la hora de ser definido en un reglamento. Esas situaciones hipotéticas que nadie contempla seriamente por improbables, a veces suceden, y las cancelaciones “por caso de fuerza mayor” son un ejemplo perfecto que estaba especificado en muchos reglamentos. De acuerdo o no con la política de cancelación de la carrera (ya dedicamos un artículo al respecto en el n. 90 de Revista Trail), seguro que los que no lo habían hecho hasta ahora, se mirarán bien al menos este punto del reglamento. Ante unas condiciones que no nos parezcan correctas, siempre podemos no apuntarnos: una razón más para leerse bien el reglamento de una prueba a la que nos vamos a inscribir.

Control de material el día anterior a la carrera.

Información y protocolos
El reglamento suele ser además donde vamos a encontrar (o deberíamos) las especificaciones técnicas del recorrido, así como la fecha y hora de la salida, tiempos de corte, etcétera, además de las consabidas obviedades como la obligatoriedad de pasar por todos los controles, un punto más que evidente pero que no puede faltar en un reglamento.
Los procesos de inscripción suelen representar una parte importante de las normas de las pruebas que así lo requieren cuando listas de espera y sorteos aparecen. Son probablemente la parte del reglamento que que todo el mundo lee y en la que , además, debe quedar especificada, por ejemplo, la edad mínima para poder participar.
Pero hay otros procesos importantes a menudo especificados en los reglamentos que no tienen que ver con el aspecto deportivo en si mismo si no con la dinámica organizativa de la prueba, un aspecto que en los tiempos que se avecinan cobrará mucha más importancia: dónde, cuándo y cómo recoger el dorsal por ejemplo será algo de comprobación obligatoria en el reglamento de cualquier carrera en un momento en que la finalidad básica es evitar las aglomeraciones, al menos durante un tiempo que se prevé más bien largo.
Orden de salida, posibles cajones en función del número de dorsal, uso de mascarilla (dónde y cuándo) convertirán en lectura obligatoria el reglamento a fin de que cada uno sepa qué debe hacer, cómo hacerlo, y así la celebración de la prueba sea posible.
El reglamento tiene también una función de cobertura legal para el organizador, de ahí su importancia para cualquier carrera. La lista de material obligatorio no sólo tiene una función de asistencia o asesoría para el corredor, si no de cobertura para el organizador que advierte, en su reglamento, de lo que él considera que es necesario para realizar la actividad con la máxima seguridad.
Desde este mismo ángulo, la gestión de la imagen de los participantes en una carrera debe estar especificada en el reglamento (de forma imperativa si hay menores), de modo que las imágenes producidas puedan ser después utilizadas para difusión de la carrera.
Es obvio en cualquier caso que ningún reglamento puede contemplar toda la casuística posible, con lo cual siempre quedará en manos de la organización la posibilidad de decidir in situ sobre los posibles imprevistos; una situación siempre arriesgada pero no por ello menos real y que, en cualquier caso, debe quedar también convenientemente especificada en las Tablas de la Ley.

Texto y Fotografías: Quim Farrero

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