En el variopinto ecosistema de carreras del mundo del trail hay ciertos patrones que se repiten: cordialidad, respeto al territorio, deportividad…. Pero hay alguna carrera, el Trail del Bisaura es una de ellas, que han sabido alterar un eslabón de esa cadena de ADN para ser diferente a la mayoría.
«TRAILSGRESOR»
Y es que con el nombre de las pruebas que conforman el evento ya nos vamos haciendo una idea de cuál es el carácter del Bisaura: “El Putu Trail” para los 53K, “La Mitja i Pico” para los 25K y “La no Tant Curta” para los 15K. A partir de aquí, todo gira alrededor del humor y una cierta trangresión: una ojeada a la línea de comunicación empleada en sus redes ofrece una idea bastante aproximada del carácter y el ambiente del Trail del Bisaura.

Hachas como trofeos, un tronco de grandes dimensiones que hay que saltar a pocos metros del arco de meta (los últimos reptan más que saltan…), sierras mecánicas y fuegos artificiales en la salida, posibilidad de tatuarse el logo de la carrera una vez acabada, lápidas de obsequio para los últimos, disfraces y “performances” en los avituallamientos, que van desde la simulación de un entorno sacro a (este año) un circo en el que los corredores tienen que pasar por una cama elástica y un aro, todo está orientado a quitarle hierro a lo que realmente importa, que es un recorrido de una dureza singular, con lo más duro en el último tercio y en el que las manos acaban siendo usadas casi tanto como los pies, con algún tramo con la asistencia (no imprescindible) de cuerdas para los que lo necesiten y un terreno habitualmente embarrado (es una zona muy húmeda) habitual en ese territorio y que garantiza un espectáculo de resbalones.

Más allá del carácter (ya volveremos a él), el recorrido de la prueba reina del Trail del Bisaura (“El Putu Trail”) es un recorrido para iniciados, un itinerario para aquellos que sepan disfrutar de los terrenos técnicos y lentos en los que los ritmos son para reírse de ellos. Un recorrido que exige el máximo de cada uno y en el que hay que tener siempre en mente que lo más duro viene al final, con un ascenso por la llamada “Cresta de Canyamars” que, a través de un camino boscoso y prácticamente a cuatro patas, nos conducirá al penúltimo control de donde se inicia el descenso (con repecho sorpresa) hasta la meta, en Sant Quirze de Besora.

Y, volviendo al carácter de la carrera, el ambiente que se crea tiene un curioso efecto en los corredores. Es un poco como si todo, a pesar de la exigencia del recorrido, fuera como un juego, como de broma: en este último ascenso en el que muchos corredores progresan bastante al límite la actitud general – contraria al lamento habitual en tramos similares de otras carreras – es, literalmente, de risa: la mayor parte de participantes afrontan esos tramos como si fuera una broma, como si fuera un “a que no” nacido en una juerga, y esa es la grandeza, el hecho diferencial de esta carrera: ha sabido transmitir esa dinámica canalla, desenfadada – juerguista podríamos decir – a un evento deportivo muy duro, en el que el trail se trata como lo que realmente es (y muchos no quieren ver): un juego.
Al paquete añadiremos un recorrido con pasajes de una belleza impresionante y muy particular, difíciles de comparar con otros lugares. Nombres como “Els Bufadors” – un fantástico bosque entre grandes piedras – o el “Molí del Salt” – el cruce de un rio junto a una impresionante caída de agua que, este año, estaba impresionante – amen de bosques de hayas y robles realmente espectaculares.

A todo esto, sumaremos un fantástico espacio que acoge a la carrera, un poco en las afueras de un pueblo, Sant Quirze de Besora, que ve doblada su población en fin de semana del evento (y que, dicho sea de paso, no muestra un excesivo interés en la carrera: con todo cerrado, cenar o lo que se tercie implica desplazarse a la vecina Ripoll, por ejemplo). Un espacio, decíamos, en el que se concentra todo: salida y meta, una gran carpa en la que se entregan dorsales, se hace el briefing y toca el grupo que ameniza el sábado por la tarde, camionetas de comida (“foodtrucks”) y mesas, sillas y espacio de sobra para acomodarse y pasar un buen rato post carrera en un año en que se experimentó, positivamente, con una emisión en directo en su canal de Youtube de la mano de Albert Jorquera y Gerard Morales “Blackie”.

Siempre sumidos en ese ambiente divertidamente “Trailsgresor” que hace pensar, a ratos, en un equipo organizativo que, a pesar de su seriedad a la hora de hacer las cosas, estuviera formado por los entrañables protagonistas de esa legendaria serie británica (transgresora como pocas) que era “The Young Ones”.
Corredores de piel fina abstenerse.
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