Un ultratrail en París
Almasy nos cuenta en primera persona su experiencia en el Trail de 80 km del Eco Trail de París que se celebró el pasado 26 de marzo
Llegamos a París el viernes a primera hora, y la primera sorpresa fue el tiempo. Temperatura superagradable, casi calor. La recogida de los dorsales, como debe ser, a los pies de la Torre Eiffel. Mucho ambiente en el village, interesante feria del corredor y toda la parafernalia de un evento de estas características. No en vano, somos 6.000 los corredores inscritos sumando las 3 pruebas (18k, 50k y 80k). Pulserita identificativa en la muñeca, chip en la zapatilla, dorsal personalizado… todo muy rápido y bien organizado. Una ruta de turismo, demasiado para lo que toca antes de una competición con una pequeña ampolla de regalo al llegar al hotel, y a la cama que aunque no tocaba madrugón sí había que descansar.
El sábado amanece con la misma temperatura, esta vez nos olvidaremos del frío. Vistas las condiciones, toca reorganizar la mochila. Se quedan en casa la manga larga, la camiseta térmica y las mallas. De ropa solamente meto las piratas obligatorias, unos calcetines de repuesto y un par de guantes, aparte del cortavientos que también era obligatorio (y en tan buena hora). Lleno bien el buche en el desayuno, me despido de Bea (ainss, no sé yo si quedarme con ella y pasar de sufrir por los bosques…) y me acerco a coger el cercanías que me llevará a la salida. Tras setenta minutos de tren y diez de autobús me encuentro en la explanada de San Quentin en Yvelines, a las 11h, faltando todavía 90′ para la hora de salida. Como me he apuntado a un estudio clínico de la Universidad de París, entre que me hacen el electrocardiograma y las diversas pruebas se hace más llevadera la espera.
Contra todo pronóstico estoy muy tranquilo, algo que me sorprende. Hablando con participantes de ediciones anteriores, me comentan que la carrera engaña mucho, siendo bastante más dura de lo que puede parecer en los perfiles, sobre todo la parte central de los 34k sin avituallamientos. A estas alturas ya he decido optar por la opción Pablo y salir tranquilo. Tengo claro que hay que llegar vivo como sea al k56 y a partir de allí lanzarse a saco (si se puede obviamente). Después de unas cuantas carreras ya me he dado cuenta de que este tipo de competiciones no se corren con las piernas, sino con el coco. Hay que economizar esfuerzos y conseguir tener la mente limpia.
A las 12:15 nos metemos al cajón, últimas indicaciones de la Organización que sirven para decirnos que finalmente la carrera será de 84k y a las 12:30 en punto la salida. Allez allez allez que nos vamos para delante. Primero kilómetros multitudinarios, mucha gente para caminos muy estrechos y que además están plagados de agujeros. Se me va el pie dos veces, por lo que reculo y dejo pasar a bastante gente para tener un poco de espacio libre por delante y ver lo que viene. Estos primeros diez kilómetros son fáciles entre estanques, campos de golf y zonas recreativas, todo sin apenas desnivel. Me encuentro muy bien, podría ir más rápido pero esto es «molto longo» (Juanito dixit), y hay que pensar en lo que viene por delante. En cuanto salimos de esta zona empieza la bueno. Entre bosques espesos y caminos estrechos llenos de hojas aparecen emboscadas de toboganes infernales con desniveles de más del 15% en menos de doscientos metros. No quiero ni pensar en lo que puede ser esto bajo la lluvia, y no quiero pensarlo porque a lo lejos se oyen truenos de tormenta.
A buen ritmo llegamos al avituallamiento de Buc, k22. 2h08′ de carrera y posición actual 671. Muchísima animación, todo el pueblo está ayudándonos. Música, gritos de ánimo «allez espagnol» que suben la moral. Me siento tranquilamente en un rinconcito, me tomo una Powerbar y lleno los dos camel (he salido con ellos vacíos). Miro el plano y veo lo que me espera por delante: 34k de esos toboganes salvajes hasta el próximo avituallamiento. Un trail de este tipo me lo tomo como la suma de pequeñas carreras, de etapas que debo completar. Ha caído la primera y ahora empiezo por delante la más dura. El paisaje es muy bonito por esta zona, alternando cortos paseos por orillas de lagos con largos tramos de desnivel por los bosques. Me sorprende mucho la animación, no esperaba tanto público fuera de los pasos por zonas habitadas. Poco a poco noto la dureza de la carrera, y es que a cada subida le sigue una bajada similar. No son las típicas ascensiones largas de una carrera de montaña, es un rompepiernas constante que castiga los cuádriceps a saco. En el k32 me tomo un Powergel, y una fina lluvia empieza a acompañarnos. Se agradece, ya que hacía calorcillo, por lo que no saco el cortavientos. El tema se empieza a complicar bastante. Joder, yo me esperaba una carrera como la Trashumad, donde se podía correr bastante, pero aquí de correr poco. Es muy difícil coger ritmo. En las bajadas procuro no retenerme para no cargar más las piernas. A la altura del k42 me tomo un segundo gel.
Ahora la fina lluvia se ha convertido en el diluvio universal. Toca parar, sacar el cortavientos de la bolsa estanca y la gorra. Madre mía que forma de caer agua. ¿Me preguntaba antes como era esta carrera con barro? Pues ahora lo sé. En las subidas te resbalas hacia abajo y en las bajadas no puedes frenar. Maravilloso, pero por lo menos no hace frío. Físicamente estoy respondiendo bien y mentalmente también. Ya falta menos para ese k56 y a partir de allí todo será más fácil. En el 46 entramos en Meudon y su observatorio. Un precioso pueblecito y un más bonito todavía palacio-observatorio, si no fuera porque está cayendo la mundial y el que ha montado el recorrido ha tenido a bien meternos unos buenos tramos de escaleras, adoquines y gravilla. Vamos, el sueño de cualquier participante. Aquí hay una fuente, y paro a rellenar los camel que están bastante secos. Al salir del observatorio hay parada obligatoria de control de material. En la pancarta marca el k46, pero mi Garmin me enseña 49. ¿Tres kilómetros menos? Lo que faltaba… 5h23′ de carrera y posición 447. No está mal, pienso. Toca abrir la mochila y enseñar el material obligatorio: frontal, luz de posición y manta térmica. Salgo de aquí un poquito tocado, contaba con la llegada al avituallamiento dentro de 7k, pero si ahora son tres más voy un poco justo de todo. Procuro no pensar en ello y sigo para adelante. China chana, no debo ir tan mal porque voy pillando corredores sueltos. A todo esto, ya he parado a orinar cinco veces, algo que me pasa habitualmente cuando la humedad es alta. No pasa nada, pero no deja de ser una jodienda.
La lluvia arrecia y los caminos se han convertido en pastel de chocolate, las zapas pesan un quintal y los calcetines ya hacen chof-chof dentro de ellas. De repente, al doblar un camino, un griterío ensordecedor y una masa salvaje de gente se abre ante mi al final de la enésima subida, que por cierto se hace eterna, hasta que llego al control de Chaville, avituallamiento del k56 (y era mi Garmin el que marcaba bien). Entrada a la zona de control tipo Tour de Francia, por un caminito estrecho en subida rodeado de gente a ambos lados que te jalean. Uf, cómo se agradecen esos ánimos. Posición 424, 6h13′. Estoy muy contento porque he llegado donde quería fresco, tal y como estaba planeado. Quizás más tarde de lo que pensaba, pero visto el percal, bien. Me tumbo en la hierba mojada, estiro un poco, me meto dos Powergel con cafeína y saco el Ipod con mi música seleccionada para darlo todo. Hasta aquí hemos llegado, y ahora hay que salir del control a romper, a vaciarse completamente hasta que el cuerpo aguante.
Y así voy, a saco. Quedan sólo 26k por delante, está todo hecho, y además a partir del 73 ya no hay desnivel. Con la música atronando en los oídos subo corriendo pendientes que antes me costaban un siglo andando, la moral la llevo por las nubes y los kilómetros caen uno tras otro, alguno incluso por debajo de 5′. Ha anochecido y sigue lloviendo, el frontal ilumina los caminos y ahora son más frecuentes los pasos por pequeño pueblecitos. A la salida de Avray, por ir demasiado rápido pierdo las marcas y me meto por camino equivocado. Serán sólo unos 300 mts de ida y otros tantos de vuelta, pero suficiente para bajar un poquito el ritmo y fijarme más en las señales.
Llego al último control, Saint Cloud. 8h12 y puesto 275. Medio litro de Coca-cola entra en mi cuerpo mientras a lo lejos ya veo la Torre Eiffel iluminada. Bufffffffffffffff, ya estoy. Ya ni como ni bebo, sólo me quedan 15k, que voy restando mentalmente conforme avanzo. Justo a la entrada de París la lluvia baja en intensidad. Dudo si parar a quitarme el cortavientos, pero hace fresquete y sigo con él. K75, Sevres. Esto ya es civilización. La gente que sale el sábado por la noche se sorprende de vernos. K76 y veo el foco de la Torre que gira y nos llama. K77, llego a los muelles del Sena. Ya no queda nada. La piernas me duelen un huevo, tengo que parar a andar algún tramo y me acuerdo de la familia del que ha hecho el trazado cada vez que me toca bajar escaleras, pero ya no me importa. La torre está allí, a lo lejos y parece que no voy a llegar nunca, los kilómetros se estiran como si fueran de goma hasta que por fin subo el último tramo de escaleras bajo el puente y se abre ante mi la explanada, llena de gente animando. Llego al pie en 9h30, posición 285. Sólo me queda subir las escaleras y cruzar la meta en 9h35’12», 291. Finisher del Ecotrail.