Almasy en el Isostar Desert Marathon
La experiencia de Alfonso García «Almasy» en la segunda edición de la Starter del Isostar Desert Marathon
Hay días en los que te despiertas, te desperezas, te levantas de la cama y tu cabeza te dice que algo va a pasar. Has descansado bien, estás tranquilo, desayunas fuerte, todo esta en orden, y tu cabeza sigue diciendo que hoy puede ser uno de esos días en que las cosas salen bien. Llegas a la salida, recoges los dorsales, preparas el equipo y cada minuto que pasa estás más motivado. Te colocas en la zona de salida y sólo quieres empezar. Se da el pistoletazo de salida y corres como si no hubiera mañana. Avanzan los kilómetros y todas esas sensaciones positivas no sólo no disminuyen sino que aumentan. Y piensas que sí, que definitivamente hoy será un gran día.
El IDM no estaba previsto en mi calendario. Participar fue una decisión impulsiva y de última hora, tomada tras el fiasco de Zegama y la mala carrera que salió en Aínsa. Necesitaba algo que me quitara el mal sabor de boca, y la elegida era la prueba de No Limit. Cercanía a casa, distancia asequible, tipo de terreno que se me adaptaba perfectamente y quince días para prepararla. El día adecuada para quitarme la espina clavada.
Para aumentar al máximo el tiempo de descanso, paso la noche anterior en Peñalba, a escasos 10′ de la salida, para madrugar lo menos posible y corregir uno de los errores de las últimas veces. A pesar de ello, toca diana a las 6:00 AM, y es que la salida de la carrera es a las 9:00. Hay que desayunar, recoger dorsales, preparar material y tenerlo todo listo media hora antes de la salida para pasar el control, algo que hacemos tanto Juan como yo sin novedad. Las 1500 calorías la complemento con cereales, a sabiendas de que no los consumiré, y con algunas gominolas. Bien cenado y muy bien desayunado (con el superpastel de chocolate ese que dice Juan que toma Kilian), en la mochila llevo para consumir 5 Powergel y 2 Powerbar, y mentalizado de comer mucho más que las últimas veces. Desde el principio y a menudo, sin que llegue la sensación de hambre. Además, 1,5 litros de agua con sales Isoactive permanentemente en el camel. También por vez primera en competición, utilizo los productos Bes-T y me embadurno las piernas con el Endurance. Juanma dice que se corre más. Veremos… Estreno también la camiseta Sport HG roja con active plus carbón.
Busco un lugar en mitad del pelotón de 300 participantes para coger un ritmo cómodo. Salida puntual, con cohete, y empezamos la lucha. Esta vez me había planteado la carrera de una forma distinta. Iba a salir a tope desde el principio, y tirar a saco hasta que el cuerpo aguantara, fueran diez, veinte o treinta kilómetros… También con el Ipod y la selección kañera desde el principio. Y así lo hago de tal forma que entre que voy rápido y que en cabeza nadie marca un ritmo rápido, me encuentro a los quinientos metros en el quinteto de cabeza, que más tarde se convierte en un trío y en que encima marco yo el ritmo. Vaya, jamás había ido en cabeza de una carrera y no deja de ser una sensación curiosa, distinta para los que nunca nos vemos en estas situaciones. Pero una cosa es que quiera ir a tope y otra muy distinta que pueda mantener ese ritmo durante 46k. El k5 lo pico en 22′, momento en el que decido bajar un poco el pistón. Me pasan tres y me quedo en un cuarto puesto que no abandonaré durante muchos kilómetros. El recorrido es muy variado, alternando las zonas de pista con auténticas emboscadas de piedra suelta en las que casi es imposible encontrar un apoyo decente. Justo al paso por el 10 (46’04) me tomo el primer gel. Sigo con buenas sensaciones rumbo al CP1, al que accedemos tras un tramo por monte abierto y un corto pero divertido descenso. Es el k12 y el Garmin me marca 58′. Parece que la cosa va bien. Me siento muy animado y con fuerzas. Esta mañana había dicho al levantarme que sería un gran día y lleva camino de ser cierto.
Salgo del CP tranquilo, echando un vistacillo al road book, avanzando por terreno complicadillo y roto por las tormentas con tramos difíciles hasta llegar a una inmensa pista de más de 3 kilómetros que se hace interminable. Noto una leve bajada de fuerzas y automáticamente hecho mano al segundo gel. Un poco pronto, k18, pero me lo pide el cuerpo. Me sienta de maravillo y de nuevo cojo velocidad de crucero rumbo al CP2. Se estira un poco más lejos de lo que creía, hasta el 26, pero a pesar de eso este tiempo entre controles se me ha pasado volando. Qué rápidos pasan los kilómetros cuando las piernas responden. Pico en 2h07, me cantan la sexta posición, cojo una silla y me tomo mi tiempo. Recarga de sales en el camel, uno poquito de descanso, otro poquito de sombra, ducha con el agua sobrante y al camino de nuevo. A partir de este punto alcanzamos a algunos de los participantes en la carrera de 100k, que salieron a las 12 de la mañana del día anterior. Llevan en sus piernas 24 horas de carrera y procuro darles ánimos cuando les adelanto. Aunque el calor nos está respetando, se nota la temperatura y el ritmo deja de ser tan alegre, aunque no decae. El últipo CP está en el k39. Cuando llegue a él, en principio, quedará poquito. En principio porque el recorrido es secreto y no sabemos lo que no espera. Al cambiar de dirección, el viento pasa a darnos de cara, lo que hace más difícil el avance. El k30, donde tomo el tercer Powergel, lo paso justo en 2h30′. Allá, a lo lejos, se ve el CP, parece que cerca pero a nada menos que nueve kilómetros de distancia. Se me hace larguísimo este tramo. Es el momento más difícil de la carrera. Es hora de apretar los dientes y subir la música al máximo para dejar atrás los kilómetros entre cantos rodados, piedras sueltas y charcas con agua ponzoñosa.
Por fin, después de un largo e interminable camino en ligero descenso pero en muy mal estado paso la tarjeta por el control del CP3. 39 Kms en mis piernas y 3h20′ de carrera. No paro mucho, quedan ya sólo por delante 7, no más de 45′ pienso. Busco los cortes de Metallica y salgo a darlo todo en lo que queda. Pero claro, si me esperaba que iba a ser fácil no podía estar más equivocado. Son solo siete kilómetros, pero sin duda los más duros de todo el recorrido. No sólo porque ya llevamos unos cuantos en la mochila, sino también por el tipo de terreno. Los tres primeros, por pista en ascenso y más tarde llana los solvento con facilidad, a 5′, animado por ver que va quedando poco pero en el momento que dejamos a un lado el camino el tema de complica bastante. Se veían cerquita las carpas de meta, pero era un espejismo. Demasiado fácil, y nos desviamos por zonas de campo abierto. Unas veces sin siquiera camino marcado y otras con camino pero francamente difícil. El cuerpo ya no responde como antes y se me hace complicado avanzar a paso firme. Los kilómetros los paso ahora en 6′. Para colmo, los datos del GPS ya me aventuran que no saldrán 46 Kms de ninguna manera, hay más recorrido por delante. Monte, senda, piedra, pequeños muros de un metro que tenemos que salvar… Terreno difícil de correr hasta que por fin salimos de nuevo a la pista que desembocará en meta, no sin antes salvar un ascenso muy puto. Y cuando ya creo que estoy, tampoco. Otra bajada, un paso subterráneo, otra subida que me parece un muro y por fin el perímetro del Monegros para cruzar la línea de meta en 4h19′ y 9ª posición tras cubrir los 47,5 Kms que han sido al final.
No sé si ha sido la mejor carrera de nunca, pero sí la que me ha dejado más satisfecho. He salido con muchas ganas de quitarme la espina y lo he conseguido