Una vez más, Zegama nos deja para el recuerdo un momento cumbre (otro) en la historia del trail running. Uno de esos días mágicos para recordar siempre, con espectáculo, fiesta, ritmos infernales, sueños realizados, animación… en los que todo el mundo tuvo su momento y lugar. Aunque eso del “lugar” empiece a ser algo complicado en Zegama.
¿LA CUMBRE?
Una edición redonda, sin la épica meteorológica habitualmente asociada a Zegama, pero con ese ambiente especial que confiere la niebla en bosques y cumbres. Sin récord, pero con una exhibición de poderío de un Kilian Jornet que asombra día tras día – como si no hubiera un tope – y midiéndose con lo mejor del trail running mundial que, tras él, queda sólo como “una ‘grupeta’ de buenos corredores” y pasando por el meridiano de la carrera, en Sancti Espiritu, con una ventaja y una relajación asombrosas.
Y todo con público, como siempre… ¿Cómo siempre? No. Esta vez más, bastante más.
A estas alturas de la semana, ya todo el mundo sabe qué sucedió el domingo en Zegama a nivel deportivo: “Kilian juega, Kilian gana”. Ese sería el resumen. Sin desmerecer a nadie. Tras él grandes corredores con tiempos estratosféricos (pero no suficiente) y una élite de corredoras que, tras Sylvia Nordskar, ofrecieron una carrera para el recuerdo, apretada y disputada hasta el final, con un grupo de cabeza que corría en un pañuelo y ofreció, como viene siendo habitual en mujeres, un “carrerón”.
Y un par de días antes para calentar motores y ganas, el ya clásico y espectacular kilómetro vertical al Iraule, que con sus casi 1200 metros que se levaron Omi Ryunosuke (36’43”) y Naiara Irigoyen (44’03”) ya auguraba, en cuanto al público, lo que iba a ser el domingo.
Pero para que todo eso sea posible es necesaria una organización como la de Zegama, una organización del territorio y para el territorio, con gente implicada de todas partes de la comarca, y un núcleo duro con mucha experiencia a estas alturas del partido que vive la naturaleza, el esfuerzo y el deporte como algo propio de su cultura.
Una organización que ahora mismo se enfrenta a un reto mayúsculo. Y es que, por mucho que los postulados neo liberales insistan, nada puede crecer sin límite. Un límite al que Zegama parece que se está acercando. Una cumbre a la que, tal vez, se haya llegado y, como reza la canción de Van Morrison “¿Qué haces cuando llegas a la cima y ya no hay dónde ir?”.
La organización lo sabe, se preocupa y ya trabaja en ello. Zegama es una localidad pequeña – como los municipios vecinos – que lleva a cabo una obra colectiva titánica para organizar, sin lugar a dudas, una de las mejores carreras del mundo.
Zegama-Aizkorri siempre ha sido sinónimo de dos conceptos básicos. Uno de ellos, la lluvia (con el barro asociado) – aunque curiosamente la mayor parte de ediciones han sido secas – y, sobre todo, el público, la pasión por el deporte, la animación, los seguidores a lo largo del recorrido (con puntos calientes como Sancti Espiritu y Aizkorri) desgañitándose para animar a cada corredor por su nombre. Ya desde antes que se normalizara el nombre en el dorsal. Y ese es el factor clave, el monstruo creado que hay que controlar. Está claro que, de alguna manera y sin perder la esencia que ha hecho grande Zegama-Aizkorri, hay que gestionar esa marea de aficionados que se acercan, con toda la ilusión del mundo, a presenciar – a vivir, mejor dicho – una de las experiencias más intensas que ofrece nuestro deporte.
Este año, la accesibilidad ha representado un verdadero reto del que habría que valorar hasta qué punto ha sido agravado por el “efecto llamada” de Kilian Jornet. El espacio es el que es, y acercarse a Zegama este fin de semana ha representado un calvario del que, honestamente, nadie se puede quejar (hacerlo cuando formas parte del problema es un poco absurdo) y con el que muchos aficionados y corredores han tenido que lidiar. A modo de ejemplo, ya antes de las siete de la mañana, los vehículos eran aparcados, siguiendo las instrucciones de la Ertzainza, en el arcén de la carretera ¡A casi cuatro kilómetros del Zegama!
Todos los espacios disponibles para estacionar un vehículo estaban ocupados: aparcamientos, campas vecinales e incluso particulares… Y lo mismo para el alojamiento en una zona preparada para asumir una cantidad determinada (razonable) de visitantes. Completo. Al punto de que se alquilaban como alojamiento autocaravanas previamente estacionadas en puntos clave. Una vez cumplida la finalidad básica de dar a conocer Zegama – y por ende la comarca de Goierri – al mundo, está claro que hay que hacer lo posible para no “morir de éxito” (una expresión muy repetida en ciertos círculos este fin de semana).
Los que recogieron el dorsal a última hora se las vieron y desearon para llegar a tiempo, por ejemplo. El dorsal de último momento es, tal vez, una opción que en adelante será muy arriesgada si se quiere poner en marcha el crono a las 9:00 de la mañana del domingo.
Por otro lado, la organización tuvo el acierto de disponer del frontón municipal para montar un comedor a disposición de todo el que quisiera comer algo y no tuviera opción en la limitada oferta de Zegama. Un lugar en el que, además, tras la clásica – y extraordinariamente multitudinaria – presentación de corredores en el pabellón, se hizo una exhibición de deporte vasco realmente interesante y espectacular. Cultura vasca del esfuerzo en su máximo esplendor.
Pero a pesar de todas las dificultades logísticas, Zegama-Aizkorri fue, como siempre, la carrera que es: una prueba deportiva que incluso los espectadores viven como algo único y que, curiosamente, conforma una experiencia que está en las antípodas de lo que, para muchos – gente de Zegama incluida – es la relación por la montaña.
Pero no nos preocupemos, incluso en una edición tan multitudinaria como ésta, el recorrido de Zegama-Aizkorri ofrece tiempo – y kilómetros – para vivir esa experiencia casi mística que son los bosques del Goierri en soledad, sólo con el sonido de la respiración y los propios pasos y, de vez en cuando, algún pequeño grupo que, esta vez discretamente, anima a todo el que pasa.
Porque la Zegama-Aizkorri silenciosa también existe.
GALERÍA FOTOGRÁFICA ZEGAMA-AIZKORRI