Tal como reza la canción de Bob Seger “Against the wind, we were running against the wind…” (“contra el viento, corríamos contra el viento”) los que tuvieron la fortuna de poder rodear la isla de Menorca este pasado fin de semana (3, 4 y 5 de noviembre) lo hicieron sometidos a la presencia constante de un vendaval que no aflojó en ningún momento.
LA TRAMPA DEL DESNIVEL
Un vendaval que incluso puso las cosas difíciles (damos fe) a los aviones que aterrizaron en la isla el jueves con la última tanda de participantes en la carrera, una prueba por etapas que aglutina dos disciplinas – MTB y trail running – y que, sobre todo y como todas las carreras por etapas, es un hervidero de encuentros, anécdotas, buen rollo y compañerismo.
En tres etapas se recorre prácticamente todo el litoral de una isla, Menorca, que durante décadas ha sabido aguantar el envite del turismo más devorador y que debería ser un ejemplo para algunas de sus vecinas. Tres etapas por un terreno que propicia la trampa de la valoración en base a un desnivel que, por modesto, no deja ver la verdadera cara del terreno menorquín: subidas y bajadas cortas pero explosivas y un terreno muy corredor en general pero técnico a la vez, con mucha piedra (mucha) que hace que no se pueda bajar la guardia en ningún momento.
Un total de 190 kilómetros en la versión larga (Trail Run Epic 360) en tres etapas de 69, 56 y 65 kilómetros con “sólo” 3.230D+ pueden llevar a engaño a algunos, aunque es evidente que las distancias son muy respetables y que una carrera por etapas es un proceso de acumulación en el que nunca se da la recuperación completa. No hay que venirse arriba pensando en etapas individuales y, sobre todo, no hay que dar demasiada importancia a ese “desnivel modesto” cuando se tiene el hábito de correr en terrenos más generosos en ese aspecto: es una trampa ¡Y las trampas están para caer en ellas!
Si a esta novena edición le añadimos el factor viento y la necesidad de esquivar las olas (o no) en algunos pasajes, obtendremos tres días de actividad descubriendo una bonita isla y compartiendo esos momentos que sólo las carreras por etapas ofrecen. Un tipo de carrera que no abunda, que propone un reto logístico mayúsculo a los organizadores – superado con nota muy alta en este caso – pero que, tal como hemos comentado, ofrece una de las mejores experiencias sociales y deportivas del mundo del trail running. Por cuestiones logísticas, suelen ser carreras con una cantidad limitada de corredores, cosa que propicia esa experiencia personal, la interacción y el descubrimiento de historias individuales a veces muy interesantes, como luchas personales contra la adversidad o parejas que comparten el fin de semana de la carrera con otras parejas amigas a modo de tradición deportiva.
Desde un punto de vista puramente deportivo, esta edición ha contado con la presencia de nombres como Miguel Heras, Víctor del Águila y Pablo Villa en la distancia larga y Oihana Kortazar y Aritz Egea en la “corta” (Experience 360), corredores de renombre que comparten espacio y vida durante los tres días con todos los demás.
Sin sorpresas, Heras, Kortazar y Egea se llevaron las correspondientes victorias, tanto en etapas como en la clasificación final y Villa, viniendo de una dura época de recuperación y ante un amago (sólo amago) de lesión optó, en lugar de retirarse, por cambiar de categoría y disfrutar de la carrera con el pelotón, donde afirmó (palabras suyas) “haber descubierto otro mundo en el que se disfruta mogollón”.
Otro factor interesante de la Artiem Epic Camí de Cavalls 360 es la convivencia en carrera de la disciplina MTB y Trail, con salidas separadas que no impiden que, a lo largo del recorrido, algunos participantes de las dos modalidades coincidan (hay que remarcar que es un circuito técnicamente muy duro para la bicicleta). En cualquier caso, conviven siempre a final de cada etapa en un excelente avituallamiento en el que disfrutar de una buena comida (paella el último día) y, como no ¡barra libre de ensaimada!
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