Néstor Bohigas (Barcelona, 1963) es muchas cosas: escalador, alpinista, esquiador, ciclista, orientador, parapentista… Pero en lo que al trail running respecta, Néstor es organizador y, ante todo, historia viva, de esa de la que hay que aprender. Es difícil, muy difícil, entrevistar a alguien a quien conoces desde hace más de tres décadas, con quien has escalado, esquiado, pedaleado, remado, viajado y discutido hasta el aburrimiento, porque hay que ponerse, más que nunca, en la piel de quien no lo conoce. Porque no hay que dar nada por sentado. Néstor es metódico hasta el aburrimiento, tiene una memoria prodigiosa y es muy terco, lo que lo convierte en un organizador fuera de serie con una experiencia por encima de la media.
“Íbamos por delante de nuestro tiempo.”
Pon al lector al día de tus orígenes
Empiezo a escalar muy joven, con unos 13 años. Mi primera salida a escalar fue en Montserrat con mi hermano Nil y con Bruno, un amigo de Nil que eran algo mayores que yo. En esa época me iniciaba tanto en el mundo de la escalada como de la montaña. Con 16 años fui por primera vez a los Alpes y escalamos la Directa Americana del Dru. Fue mi primera salida más allá del Pirineo. Salió un buen verano de actividad centrada en el alpinismo en roca, que ha sido básicamente lo mío, sobre todo en Montserrat, Pedraforca y Pirineo en los primeros años y, en cuanto pudimos, en Alpes y Himalaya.
Ahí hay que añadir un intento al Everest
En 1995 participé en una expedición al corredor Horbein (en la cara norte del Everest) en la que un compañero nuestro, Xavi Lamas, falleció en un desgraciado accidente a causa de un alud en una ascensión de aclimatación. Intentamos el corredor Hornbein y nos retiramos a causa del estado de la nieve. Luego, Ernest Bladé , Manel de la Matta, Araceli Segarra y Ferran Latorre sobrepasaron los 8.000 metros en la ruta de la arista norte. Fue una expedición muy dura por motivos obvios.
¿A qué te dedicabas en esa época?
Trabajaba en el departamento de márketing de Vertical Sports, una distribuidora de material de montaña y escalada, hasta el momento en que con mi hermano, Nil, creamos No Limit y nos ponemos a trabajar en el mundo de la organización de pruebas deportivas en la naturaleza.
¿Cómo cuáles?
Durante años el evento estrella de No Limit fue el Raiverd, el primer raid de los entonces llamados deportes de aventura que se hacía en Europa. Ya existía el Raid Gauloises, pero éste siempre celebrada sus carreras en lugares alejados de nuestro continente: Patagonia, Nepal… Había que viajar para participar. Nosotros tuvimos durante las primeras ediciones la Pobla de Segur, en el Pirineo, como centro neurálgico de la competición, y cubríamos casi media Catalunya en el desarrollo de nuestras pruebas en una edición. Luego nos movimos de La Pobla de Segur a Berga.
¿Cómo era el Raiverd?
Se conocía como la “Maratón de deportes de aventura” con seis etapas (eran seis días de competición) en las que se competía en todos los deportes que nosotros mismos practicábamos en aquella época: escalada, correr (ahora trail…), orientación, bicicleta de montaña, natación, parapente… Incluso rafting, que dejó de hacerse cuando nos movimos a Berga. Era una prueba por equipos de cuatro personas que, durante una semana tenían que completar las etapas pertinentes combinando los diversos deportes. Era una competición muy dura, y el perfil de corredor se ajustaba al modelo de deportista polivalente con experiencia en montaña. En general corredores que, sin destacar necesariamente en algo en concreto, si que eran capaces de mantener un nivel alto en la mayor parte de disciplinas. Los equipos punteros estaban compuestos por gente muy válida en cualquiera de los deportes practicados. Todo el equipo tenía que hacerlo todo y tenían que hacerlo todos juntos, con lo cual los tiempos y ritmos los marcaba siempre el menos dotado para la disciplina “en curso”. La colaboración entre miembros del equipo era básica. Tal vez donde se notaba menos era en la escalada, porque con que uno escalara bien, el resto podían utilizar alguna técnica de progresión por la cuerda. Pero en el resto de actividades, había que dar el callo. Y en cualquier caso, incluso en la escalada, la puntuación venía por el tiempo empleado, independientemente de la dificultad del itinerario de escalada elegido (de entre los que se ofrecían). La estrategia era importante: un itinerario más fácil podía implicar otra gente en el itinerario y, por tanto, la posibilidad de verse ralentizado por otra cordada.
¿Cómo sería ahora un Raiverd?
Creo que imposible de hacer. O como mínimo muy complicado y muy difícil de financiar. Era una semana completa, actualmente hay muchas más restricciones que entonces… Eran los años noventa y ciertas cosas eran más fáciles. Actualmente, además, hay menos gente capaz de desenvolverse en todos esos deportes al nivel que el Raiverd exigía. Hay mucha gente muy válida en su deporte, más que antes, pero muy especializada. Desde un punto de vista de financiación de la organización, piensa que nosotros durante una semana movíamos unas cien personas de logística – todas ellas profesionales – pero la preparación del Raiverd exigía un núcleo profesional trabajando durante todo el año, tal como ahora sucede con algunos eventos de ciertas dimensiones, que no serían posibles sin personal profesional a tiempo completo.
¿Era caro para el corredor?
La inscripción valía unas 160.000 pesetas por equipo, esto es unos 1.000 euros para cinco participantes. Hablamos de los años noventa, era una cantidad respetable de dinero pero nunca nadie se quejó de que fuera caro. Nunca. Lo habitual era tener entre 30 y 40 equipos inscritos, y obviamente, eso no era suficiente para cubrir los gastos de organización, era necesario disponer de patrocinios potentes y subvenciones que hicieran posible el evento. La Diputació de Barcelona, por ejemplo, nos ayudó durante bastantes años y, con ellos, empresas privadas que patrocinaban la prueba, aunque el concepto de turismo deportivo todavía no había nacido. Las inscripciones representaban, naturalmente, un aporte de financiación importante, pero no eran, ni con mucho, suficiente.
¿Qué tenía de diferente organizar entonces?
Todo tenía que estar previsto, planificado. Era imprescindible adelantarse a los acontecimientos y prever una acción a tomar en base a lo que pudiera ocurrir, no existía la opción “si pasa algo me llamas” o “llamas al 112”. Sólo piensa que el Raiverd se organizába sin teléfonos móviles. Algo que hoy en día le parece imposible a mucha gente. El tema comunicaciones se suplía con radios cuando era posible y con mucha coordinación, afinando mucho el tema organización y apoyándose en un buen equipo profesional. La vida sin móviles era posible.
¿Cuándo empieza a diversificar eventos No Limit?
El Raiverd aún existía cuando nos embarcamos en el primer Maratón del Aneto, en 1997. Pero la primera prueba con el concepto trail running como denominación, fue como etapa en una edición del Raiverd, en la que los corredores debían hacer Saldes, Pedraforca, Saldes, es decir, un ascenso y descenso en el mínimo tiempo a una montaña emblemática, que era como nosotros interpretábamos el concepto trail running. Eso era la primera parte de la etapa. Ya lo hicimos un poco como experimento pensando en la posibilidad del Aneto, que nos rondaba por la cabeza. Luego viene el Aneto, inspirados por alguna carrera de montaña que ya existía en esa época. Nuestra idea era ascender y descender rápido de una montaña ¿Cuál? Pues la más alta. Era una ecuación fácil para nuestra visión de la montaña. De ahí, por nuestra amistad con Pep Ollé, una leyenda del esquí de montaña, lo que podría haber sido un “Kilian de la época” nos planteamos un récord Benasque, Aneto, Benasque. Lo hizo y nosotros se lo cronometramos, y eso puso la semilla para la carrera que se celebró ya el año siguiente y, desgraciadamente, sólo durante tres años por problemas diversos, vinculados a la política y la envidia básicamente. Nosotros lo hicimos, otros lo querían y al final nadie lo tiene. De las tres ediciones, sólo un año, el segundo, se llegó a la cima. Los otros dos años no fue posible por la meteorología. El Paso de Mahoma estaba, digamos asegurado, por miembros de la organización, aunque nunca se generó ningún problema. La mayor parte de la gente sabía dónde iba. Hay quien dice que las carreras no deberían tener tramos técnicos, pero la montaña es la montaña. Tras el Aneto, estuvimos organizando durante unos años el Alpin Running Meeting en la Val d’Aran, durante los que organizamos carreras en el Molières y el Mauberme.
¿Cuál es el desencadenante de que un evento que funciona deje de celebrarse?
Depende. Si te refieres al caso del Maratón del Aneto gran parte del motivo fueron tensiones políticas en el Ayuntamiento de Benasque, esas situaciones en las que el que sale escaldado es el que está en medio (nosotros en ese caso). Como en todas partes había quien estaba a favor y en contra, algunos con la justificación de que la montaña perdía esa aura de mito que tiene… los mismos que, mientras fue posible, organizaban actividades de heliski en el Aneto, a pesar de que a nosotros no nos permitían volar para tareas de organización de la carrera… De hecho, nunca se voló en helicóptero en ninguna edición de la carrera. Otro tema es que eran los inicios del trail running y las cosas no se entendían como ahora, los ayuntamientos no lo veían igual, te hacían “un favor” dejándote organizar un evento. Ahora las carreras grandes lo tienen más fácil para promocionar el turismo, algo imprescindible para el territorio y la economía local y los organismos oficiales lo ven con otros ojos. De hecho, en cuanto al patrocinio y las inscripciones, tras la crisis de 2008 y el descenso de patrocinios, varias carreras grandes (Transgrancanaria por ejemplo) decidieron dar más peso en el presupuesto a la partida de ingresos por inscripciones y aumentaron significativamente los precios, para garantizar la supervivencia de la prueba. A principios de siglo, eso no se hubiera entendido. Y ahora tampoco es fácil de explicar, pero a pesar de todo en ciertas carreras, la gente entiende que el importe de la inscripción no puede ser de unos pocos euros, tanto más cuanto más grande es la carrera. Naturalmente mucha gente se sigue quejando de que las carreras son caras, pero siempre habrá quien se queje de cualquier cosa. Pienso que quien se queja no sabe realmente que hay detrás de la organización de una carrera y el altruismo “low cost” de algunos clubes lleva fácilmente a engaño. Inscripciones significativamente baratas implican ausencia de servicios que no necesariamente son lujos: habitualmente es la seguridad lo que más se resiente. Hay quien sigue pensando que los gastos de una organización son la impresión del dorsal y las cintas de marcar, y que los avituallamientos se consiguen gratis, y los vehículos para transportar esos avituallamientos y sus conductores y su gasolina tampoco tienen coste. O que las ambulancias y los equipos médicos que debería haber en todas las pruebas son un obsequio de la Seguridad Social. Otro tema es que, actualmente las redes son un altavoz que dan mucha voz a un porcentaje muy pequeño que hace mucho ruido. La prueba de ello son grandes carreras que, a pesar de las críticas cada año llenan – y de sobras – todos los dorsales que ofrecen. El trabajo bien hecho da sus frutos.
¿Cuándo empieza la diversificación de actividad de No Limit con la revista y los cronos?
La diversificación es progresiva y no necesariamente paralela, y cada línea de trabajo tiene su desencadenante. Por lo que respecta a la revista, uno de los motivos es que, tras muchos años organizando grandes eventos deportivos en la naturaleza, nos costaba mucho que los medios nos hicieran algún caso. Probablemente íbamos por delante del tiempo, pero el resultado final era que era difícil conseguir más allá de alguna nota suelta en algún medio puntual. Por otro lado, la organización de carreras era sumamente agotadora, y llegamos a organizar muchas en diversas disciplinas durante todo el año. Volviendo al tema revista, constatamos que no había ningún medio especializado en trail running. Como mucho alguna discreta sección suelta y esporádica en medios de montaña, running o atletismo. Esto fue el desencadenante de la idea. Por lo que respecta al cronometraje, solíamos tener problemas para cronometrar nuestras carreras porque no había sistemas que fueran fiables más allá del tiempo de salida y llegada no te daban otra información. En montaña es vital controlar los tiempos parciales en directo, tanto para asegurar que el recorrido se ha realizado al completo como, por seguridad, para saber dónde están los corredores. Esto nos llevó a buscar un sistema que nos permitiera conseguir la información que necesitábamos para gestionar nuestras pruebas, y lo encontramos en LiveTrail, el sistema creado, en un principio, para gestionar el UTMB, y que a partir de allí se ha extendido por todo el mundo como referente. De hecho fuimos el primer país (fuera de Francia) donde se comercializó el sistema y el segundo que más eventos gestiona (después de Francia también). Personalmente llevo desde el año 2016 trabajando cada verano para LiveTrail en el seguimiento del UTMB en Chamonix. Si cuando vi estas montañas por primera vez me hubieran dicho que acabaría trabajando aquí, aunque fueran solamente unas semanas al año, lo habría firmado sin dudar.
Has hablado de ir “por delante de nuestro tiempo”, eso ha sido un tema frecuente en la historia de No Limit…
Si, por ejemplo, El Ultratrail del Aneto fue una de las primeras carreras que se planteó en autosuficiencia total sin marcaje ni avituallamientos, utilizando las marcas del GR que sigue esa ruta y que está muy ligado a mi manera de entender la montaña; has de estar preparado para afrontarla, sin depender de ayudas externas (marcaje) o falsa sensación de seguridad (teléfonos moviles). La verdad es que se perdían menos corredores que en carreras marcadas con cintas: cuando aumenta la dificultad, aumenta el grado de atención del participante. La gente, habitualmente, no se pierde cuando está atenta y no sufre accidentes en las zonas técnicas que requieren atención. Y en lo de adelantarse a los tiempos, Revista TRAIL es la primera revista especializada en trail running de Europa y una de las primeras del mundo. Un proyecto que se materializa cuando consigo formar el equipo inicial, con un grupo de amigos (Eliseu T. Climent, mi hermano Nil, Teresa Sabater, tú mismo) a los que el proyecto les motiva tanto como a mí. Tal vez en ese momento (2005) no corría tanta gente como ahora, pero el volumen empezaba a ser significativo y era el inicio de la eclosión que el trail running ha venido teniendo estas dos últimas décadas. La intención era básicamente divulgar el trail running como actividad y dar voz a las carreras que celebraban.
Fotografía: Valentí Zapater
Sin redes…
Era un concepto inexistente en ese momento. La posibilidad de publicar cualquier cosa en una red y erigirse como “periodista / opinador” no existía, era necesario un compromiso vinculado a la necesidad de una inversión y, como representaba un riesgo, no era planteable si no se hacía bien. Eso se traduce en que algo que nunca ha sido fácil, financiar el proyecto, sobre todo si quieres hacerlo bien y tienes que mantener una estructura pagando a profesionales. Eso es difícil cuando la principal fuente clásica de financiación, la publicidad de las marcas, produce y difunde su propia publicidad (en el caso de las más grandes) o pretende publicitarse gratis por que las redes los son. Al final todo esto implica que la fiabilidad o la calidad del medio a la hora de invertir en publicidad es un aspecto irrelevante. Parece que sólo importa el ruido. Pero nosotros seguimos convencidos de que la calidad del producto es esencial, eso y una línea editorial definida, en nuestro caso más basada en la divulgación que en la noticia, en el amateur que en el élite. Ahora nos encontramos con muchas felicitaciones por la calidad global de la revista, incluso un cierto respeto, aunque es muy difícil trasladar esto a la financiación. En cualquier caso, llevamos dieciséis años picando piedra y esperamos estar ahí muchos más.
Un libro: El Señor de los Anillos de J.R.R.Tolkien
Una película: El planeta de los simios de Franklin Schaffner
Música: Lo que sea de Queen